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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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Las principales callejas estaban iluminadas como si fuese<br />

<strong>de</strong> día, pero había caminos apartados y so<strong>la</strong>res vacíos que estaban<br />

totalmente a oscuras. Jótaro encontró un lugar don<strong>de</strong><br />

escon<strong>de</strong>rse y luego lo cambió por otro. Con no poca inocencia,<br />

pensó que podría escapar, pero lo cierto era que todo el barrio<br />

estaba ro<strong>de</strong>ado por un muro <strong>de</strong> diez pies <strong>de</strong> altura, formado<br />

por troncos chasmuscados cuyos extremos estaban muy afi<strong>la</strong>dos.<br />

Cuando el muchacho tropezó con este muro, avanzó a lo<br />

<strong>la</strong>rgo, palpándolo, pero no pudo encontrar una so<strong>la</strong> grieta<br />

gran<strong>de</strong>, y no digamos una puerta. Al dar <strong>la</strong> vuelta para evitar<br />

una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s callejue<strong>la</strong>s, vio a una muchacha. Sus miradas se encontraron,<br />

y el<strong>la</strong> le l<strong>la</strong>mó en voz baja y le hizo una seña con su<br />

mano b<strong>la</strong>nca y <strong>de</strong>licada.<br />

—¿Me l<strong>la</strong>mas a mí? —le preguntó él precavidamente. En el<br />

rostro muy empolvado <strong>de</strong> <strong>la</strong> joven no veía ninguna intención<br />

aviesa, por lo que se aproximó un poco más—. ¿Qué quieres?<br />

—¿No eres tú el chico que ha ido a <strong>la</strong> Ógiya preguntando<br />

por Miyamoto Musashi? —inquirió el<strong>la</strong> en tono amable.<br />

—Sí.<br />

—Te l<strong>la</strong>mas Jotaró, ¿no es cierto?<br />

—Aja.<br />

—Ven conmigo. Te llevaré al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> MusasM.<br />

La muchacha le explicó que Yoshino Dayü, muy preocupada<br />

por el inci<strong>de</strong>nte con el criado, <strong>la</strong> había enviado en busca <strong>de</strong><br />

Jotaró para llevarle al lugar don<strong>de</strong> se ocultaba Musashi.<br />

Él <strong>la</strong> miró agra<strong>de</strong>cido y le preguntó:<br />

—¿Eres una servidora <strong>de</strong> Yoshino Dayü?<br />

—Sí, y ahora pue<strong>de</strong>s tranquilizarte. Si el<strong>la</strong> te <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>, nadie<br />

en el barrio te pondrá un <strong>de</strong>do encima.<br />

—¿Es cierto que mi maestro está ahí?<br />

—Si no lo estuviera, ¿por qué habría <strong>de</strong> mostrarte el camino?<br />

—¿Qué está haciendo en un sitio así?<br />

—Si abres <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> esa pequeña granja podrás verlo por<br />

ti mismo. Ahora tengo que volver a mi trabajo.<br />

La joven <strong>de</strong>sapareció discretamente más allá <strong>de</strong> los arbustos<br />

en el jardín vecino.<br />

La granja le pareció a Jotaró <strong>de</strong>masiado mo<strong>de</strong>sta para que<br />

fuese el final <strong>de</strong> su búsqueda, pero no podía marcharse sin es-<br />

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