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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—No seas así, Jotaro —le dijo Otsu en tono suplicante—.<br />

Sólo unos minutos, por favor.<br />

—Bueno, <strong>de</strong> acuerdo. —No podía rechazar lo que le pidiera<br />

Otsü, aun cuando no <strong>la</strong> comprendiera—. Estaré colina arriba.<br />

Llámame cuando hayas terminado.<br />

La enfermedad aumentaba <strong>la</strong> timi<strong>de</strong>z natural <strong>de</strong> Otsü, y no<br />

sabía qué <strong>de</strong>cir.<br />

Musashi, azorado, <strong>de</strong>svió el rostro <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Dándole <strong>la</strong> espalda,<br />

Otsü miró el suelo, mientras él alzaba <strong>la</strong> vista al cielo.<br />

Temía instintivamente que no existieran pa<strong>la</strong>bras para expresarle<br />

sus sentimientos. Todo lo sucedido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> noche en<br />

que el<strong>la</strong> le liberó <strong>de</strong> sus ataduras en <strong>la</strong> rama <strong>de</strong>l cedro pasó por<br />

su mente, y reconoció <strong>la</strong> puereza <strong>de</strong>l amor que no le había hecho<br />

cejar en su empeño <strong>de</strong> encontrarle durante cinco <strong>la</strong>rgos años.<br />

¿Quién era más fuerte, quién había sufrido más? ¿Otsü,<br />

con su vida difícil y compleja, ardiendo con un amor que no<br />

podía ocultar? ¿O él mismo, que escondía sus sentimientos tras<br />

un semb<strong>la</strong>nte pétreo y enterraba <strong>la</strong>s brasas <strong>de</strong> su pasión bajo<br />

una capa <strong>de</strong> frías cenizas?<br />

Como lo había hecho en otras ocasiones, Musashi pensó<br />

que el camino elegido por él era el más doloroso, pero que <strong>la</strong><br />

constancia <strong>de</strong> Otsü reve<strong>la</strong>ba fortaleza y valor. Para <strong>la</strong> mayoría<br />

<strong>de</strong> los hombres, <strong>la</strong> carga que el<strong>la</strong> había llevado sería <strong>de</strong>masiado<br />

pesada. Se dijo que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco tiempo tendría que<br />

marcharse.<br />

La luna estaba baja en el cielo, y ahora su luz era más b<strong>la</strong>nca.<br />

Faltaba poco para que amaneciera. Pronto tanto <strong>la</strong> luna<br />

como él mismo se habrían <strong>de</strong>svanecido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong> montaña<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. En el breve tiempo que le quedaba tenía que<br />

<strong>de</strong>cirle <strong>la</strong> verdad a Otsü, pues estaba en <strong>de</strong>uda con el<strong>la</strong> por su<br />

entrega y fi<strong>de</strong>lidad, pero <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras no acudían a sus <strong>la</strong>bios.<br />

Cuanto más se esforzaba por hab<strong>la</strong>r, tanto más cohibido se<br />

sentía. Alzó <strong>la</strong> vista, impotente, como si pudiera recibir inspiración<br />

<strong>de</strong>l cielo.<br />

Otsü miraba el suelo y lloraba. En su corazón ardía el amor,<br />

un amor tan intenso que había <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>zado todo lo <strong>de</strong>más. Principios,<br />

religión, preocupación por su propio bienestar, orgullo...,<br />

todo pali<strong>de</strong>cía al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> pasión que <strong>la</strong> iba consumiendo.<br />

Creía que, <strong>de</strong> alguna manera, aquel amor tenía que<br />

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