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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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<strong>El</strong> inesperado golpe <strong>de</strong> retorno alcanzó a Jürozaemon en el<br />

rostro y convirtió su cabeza en un gran tomate rojo.<br />

Como no había estudiado bajo <strong>la</strong> dirección <strong>de</strong> un maestro,<br />

Musashi se encontraba <strong>de</strong> vez en cuando en <strong>de</strong>sventaja, pero<br />

también había ocasiones en <strong>la</strong>s que se aprovechaba <strong>de</strong> ello.<br />

Una <strong>de</strong> sus ventajas era que nunca se había visto constreñido<br />

en el mol<strong>de</strong> <strong>de</strong> una escue<strong>la</strong> <strong>de</strong>terminada. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong><br />

vista ortodoxo, su estilo carecía <strong>de</strong> una forma discernible, sin<br />

reg<strong>la</strong>s ni técnicas secretas. Creado por su propia imaginación y<br />

sus necesida<strong>de</strong>s, sería difícil <strong>de</strong>finirlo o categorizarlo. Hasta<br />

cierto grado, era posible <strong>de</strong>safiarle efectivamente utilizando<br />

estilos convencionales, si su contrario era muy hábil. Jürozaemon<br />

no había previsto <strong>la</strong> táctica <strong>de</strong> Musashi. Todo seguidor<br />

<strong>de</strong>l estilo Yoshioka, como <strong>de</strong> cualquier otro <strong>de</strong> los estilos <strong>de</strong><br />

Kyoto, probablemente habría sido sorprendido <strong>de</strong> manera simi<strong>la</strong>r.<br />

Si, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l golpe fatal que había asestado a Jürozaemon,<br />

Musashi hubiera atacado al abigarrado grupo que seguía<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l árbol, sin duda habría matado a varios más en<br />

muy poco tiempo. Sin embargo, corrió hacia el cruce <strong>de</strong> caminos<br />

y, cuando creían que pretendía huir, se volvió <strong>de</strong> repente y<br />

atacó <strong>de</strong> nuevo. Cuando los hombres se habían reagrupado<br />

para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse, su enemigo había vuelto a <strong>de</strong>saparecer.<br />

—¡Musashi!<br />

—¡Cobar<strong>de</strong>!<br />

—¡Lucha como un hombre!<br />

—¡Todavía no hemos terminado contigo!<br />

Las habituales imprecaciones llenaban el aire, mientras los<br />

ojos <strong>de</strong>sencajados amenazaban con salirse <strong>de</strong> <strong>la</strong>s órbitas. La<br />

vista y el olor <strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre embriagaba a los hombres, tanto<br />

como si se hubieran bebido todo un almacén <strong>de</strong> sake. La visión<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre, que enfría el ardor <strong>de</strong> un valiente, ejerce el efecto<br />

contrario sobre los cobar<strong>de</strong>s. Aquellos hombres eran como<br />

trasgos que emergieran <strong>de</strong> un <strong>la</strong>go <strong>de</strong> sangre.<br />

Dejando los gritos a sus espaldas, Musashi llegó al cruce <strong>de</strong><br />

caminos y avanzó sin vaci<strong>la</strong>r por el más estrecho <strong>de</strong> los tres<br />

sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> salida, el que conducía al Shugakuin. Por <strong>la</strong> dirección<br />

contraria venían precipitadamente los hombres que<br />

habían estado apostados a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro. Antes <strong>de</strong> que<br />

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