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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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prisas y partió hacia Seta, pa<strong>la</strong><strong>de</strong>ando <strong>la</strong> perspectiva <strong>de</strong> ver <strong>de</strong><br />

nuevo a Otsü. Ya no sentía recelo alguno hacia el<strong>la</strong>. Hasta su<br />

encuentro en <strong>la</strong> montaña, <strong>la</strong> joven siempre le había causado<br />

cierto temor, pero esta vez era diferente: <strong>la</strong> pureza, inteligencia<br />

y abnegación que había mostrado aquel<strong>la</strong> noche <strong>de</strong> luna habían<br />

hecho que su confianza en el<strong>la</strong> fuese más profunda que el<br />

amor.<br />

No sólo confiaba en el<strong>la</strong>, sino que estaba seguro <strong>de</strong> que el<strong>la</strong><br />

confiaba en él. Había jurado que cuando volvieran a estar juntos<br />

no le negaría nada, siempre, naturalmente, que no obstaculizara<br />

su modo <strong>de</strong> vida como espadachín. Lo que le preocupaba<br />

antes era el temor <strong>de</strong> que si se permitía amar<strong>la</strong>, el sentimiento<br />

embotara su espada. Como el viejo sacerdote <strong>de</strong>l cuento, podría<br />

per<strong>de</strong>r el <strong>Camino</strong>. Ahora era evi<strong>de</strong>nte que estaba bien disciplinada.<br />

Nunca sería un obstáculo o una traba que le retuviera.<br />

Ahora su único problema consistía en asegurarse <strong>de</strong> que él<br />

mismo no se ahogaría en el profundo estanque <strong>de</strong>l amor.<br />

«Cuando lleguemos a Edo —se dijo—, me encargaré <strong>de</strong><br />

que reciba <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> adiestramiento y educación que necesita<br />

una mujer. Mientras estudie, llevaré a Jótaró conmigo y juntos<br />

encontraremos un p<strong>la</strong>no <strong>de</strong> disciplina todavía superior. Entonces,<br />

un día, cuando llegue el momento...» La luz que reflejaba<br />

el <strong>la</strong>go bañaba su rostro con un suave resp<strong>la</strong>ndor osci<strong>la</strong>nte.<br />

Las dos secciones <strong>de</strong>l puente Kara, una sostenida por noventa<br />

y seis columnas y <strong>la</strong> otra por veintitrés, estaban unidas<br />

por un islote en el que se alzaba un viejo sauce, que era un hito<br />

para los viajeros. <strong>El</strong> mismo puente recibía a veces el nombre <strong>de</strong><br />

puente <strong>de</strong>l Sauce.<br />

—¡Ya viene! —gritó Jotaró, y fue corriendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> casa<br />

<strong>de</strong> té hasta <strong>la</strong> sección más corta <strong>de</strong>l puente, don<strong>de</strong> permaneció<br />

saludando a Musashi con una mano y seña<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> té<br />

con <strong>la</strong> otra—. ¡Ahí está, Otsü! ¿Le ves? Monta una vaca.<br />

<strong>El</strong> muchacho se puso a dar brincos. Otsü no tardó en llegar<br />

a su <strong>la</strong>do y agitó <strong>la</strong> mano, mientras su amado agitaba el sombrero<br />

<strong>de</strong> juncos. A medida que se acercaba, una ancha sonrisa<br />

apareció en el rostro <strong>de</strong> Musashi.<br />

Ató <strong>la</strong> vaca a un sauce y los tres entraron en <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> té.<br />

Aunque Otsü había l<strong>la</strong>mado frenéticamente a Musashi cuando<br />

éste todavía estaba en el extremo <strong>de</strong>l puente, ahora que se en-<br />

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