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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—Tenían razón. Des<strong>de</strong> aquí se ve.<br />

—Pero no pue<strong>de</strong>s inclinarte a menudo ante <strong>la</strong> montaña sagrada<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí.<br />

Los viajeros se movían como hormigas en ambas direcciones,<br />

cargados con una serie caleidoscópica <strong>de</strong> equipajes. Más<br />

tar<strong>de</strong> o más temprano, Daizó o Jotaró subirían por <strong>la</strong> cuesta. Si<br />

por azar no lograba discernirlos entre los <strong>de</strong>más viajeros, seguramente<br />

ellos verían el letrero que había colocado al pie <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

cuesta: «A Daizó <strong>de</strong> Narai. Deseo verte cuando pases por aquí.<br />

Estaré esperando en el santuario <strong>de</strong> amiba. Musashi, maestro<br />

<strong>de</strong> Jótaró».<br />

Ahora el sol estaba muy por encima <strong>de</strong>l horizonte. Musashi<br />

había estado examinando el camino como un halcón, pero no<br />

había señal alguna <strong>de</strong> Daizó. Al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l puerto, el camino<br />

se dividía en tres ramales. Uno <strong>de</strong> ellos pasaba por Kóshü directamente<br />

hacia Edo. Otro, <strong>la</strong> ruta principal, cruzaba el puerto<br />

<strong>de</strong> Usui y entraba en Edo por el norte. <strong>El</strong> tercero giraba hacia<br />

<strong>la</strong>s provincias <strong>de</strong>l norte.<br />

Tanto si Daizó se dirigía al norte, hacia el Zenkóji, o al este,<br />

a Edo, tendría que pasar por aquel puerto. No obstante, Musashi<br />

sabía que <strong>la</strong> gente no siempre se mueve como uno espera<br />

que lo haga. <strong>El</strong> mayorista <strong>de</strong> hierbas podría haberse apartado<br />

mucho <strong>de</strong>l camino general, o tal vez estaba pasando una noche<br />

al pie <strong>de</strong> <strong>la</strong> montaña. Musashi <strong>de</strong>cidió que no sería una ma<strong>la</strong><br />

i<strong>de</strong>a volver allí y preguntar por Daizó.<br />

Cuando bajaba por el sen<strong>de</strong>ro abierto en <strong>la</strong> <strong>la</strong><strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l risco,<br />

oyó una voz ronca y familiar que <strong>de</strong>cía:<br />

—¡Ahí está, ahí arriba!<br />

Aquel<strong>la</strong> voz <strong>de</strong>spertó en seguida en su mente el recuerdo<br />

<strong>de</strong>l bastón que había rozado su cuerpo dos noches antes.<br />

—¡Baja <strong>de</strong> ahí! —gritó Gonnosuke. Bastón en mano, miró<br />

furibundo a Musashi—: ¡Huíste! Imaginaste que te <strong>de</strong>safiaría y<br />

te escapaste. ¡Baja y lucha conmigo otra vez!<br />

Musashi se <strong>de</strong>tuvo entre dos rocas, se apoyó en una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s<br />

y miró en silencio a Gonnosuke.<br />

Gonnosuke entendió por esta actitud <strong>de</strong> Musashi que no<br />

iba a bajar, y dijo a su madre:<br />

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