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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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cantidad <strong>de</strong> buenos empleos, incluso para un par <strong>de</strong> gansos extraviados<br />

como tú y yo. Vamos, Akemi, dime que vendrás.<br />

Alentado por el creciente interés que veía en su semb<strong>la</strong>nte,<br />

siguió hab<strong>la</strong>ndo con más vehemencia.<br />

—Podríamos divertirnos, Akemi. Podríamos hacer lo que<br />

queramos. ¿Para qué vivir si no pue<strong>de</strong>s hacerlo? Somos jóvenes,<br />

y <strong>de</strong>bemos apren<strong>de</strong>r a ser audaces e inteligentes. Ninguno<br />

<strong>de</strong> los dos llegará a ninguna parte actuando como un débil.<br />

Cuanto más trates <strong>de</strong> ser buena, honrada y concienzuda, tanto<br />

más <strong>la</strong> realidad te dará con un canto en los dientes y se reirá <strong>de</strong><br />

ti. Llorarás hasta quedarte sin lágrimas, y ¿adon<strong>de</strong> te conducirá<br />

eso? Así han sido siempre <strong>la</strong>s cosas para ti, ¿no es cierto? No<br />

has hecho más que <strong>de</strong>jarte <strong>de</strong>vorar por tu madre y unos cuantos<br />

hombres brutales. De ahora en a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, tienes que ser tú<br />

<strong>la</strong> que <strong>de</strong>vore, en vez <strong>de</strong> ser <strong>la</strong> engullida.<br />

La muchacha empezaba a <strong>de</strong>jarse convencer. La casa <strong>de</strong> té<br />

<strong>de</strong> su madre había sido una jau<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> que ambos habían huido.<br />

Des<strong>de</strong> entonces el mundo no le había mostrado más que<br />

crueldad. Percibía que Matahachi era más fuerte y estaba mejor<br />

dotado que el<strong>la</strong> para enfrentarse a <strong>la</strong> vida. Al fin y al cabo,<br />

era un hombre.<br />

—¿Vendrás? —le preguntó él.<br />

Aunque sabía que era como si <strong>la</strong> casa hubiera ardido y el<strong>la</strong><br />

tratara <strong>de</strong> reconstruir<strong>la</strong> con <strong>la</strong>s cenizas, necesitó un esfuerzo<br />

para sacudirse <strong>de</strong> encima su fantasía, <strong>la</strong> ensoñación arrobadora<br />

en <strong>la</strong> que Musashi era suyo y so<strong>la</strong>mente suyo. Pero finalmente<br />

asintió sin hab<strong>la</strong>r.<br />

—Entonces <strong>de</strong>cidido. ¡Vamonos ahora mismo!<br />

—¿Y tu madre?<br />

—Ah, el<strong>la</strong>. —Matahachi sorbió aire por <strong>la</strong> nariz y miró a lo<br />

alto <strong>de</strong>l risco—. Si consigue hacerse con algo para <strong>de</strong>mostrar<br />

que Musashi está muerto, volverá al pueblo. Sin duda se pondrá<br />

furiosa como un avispón cuando <strong>de</strong>scubra que me he ido.<br />

Es como si <strong>la</strong> oyera, diciéndole a todo el mundo que <strong>la</strong> <strong>de</strong>jé<br />

abandonada en <strong>la</strong> montaña para que se muriese, como solían<br />

<strong>de</strong>sembarazarse <strong>de</strong> <strong>la</strong>s ancianas en ciertas partes <strong>de</strong>l país. Pero<br />

si tengo éxito, eso lo compensará todo. En cualquier caso, hemos<br />

tomado una <strong>de</strong>cisión. ¡Vamonos!<br />

Echó a andar, pero el<strong>la</strong> siguió quieta.<br />

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