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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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to enfundado en una túnica b<strong>la</strong>nca y que llevaba al nivel <strong>de</strong> los<br />

ojos una ban<strong>de</strong>ja con <strong>la</strong> magra comida, sin carne, que acostumbraba<br />

a servirse en los establecimientos religiosos. Al entrar en<br />

<strong>la</strong> habitación <strong>de</strong> <strong>la</strong> que procedía <strong>la</strong> voz, el acólito <strong>de</strong>jó <strong>la</strong> ban<strong>de</strong>ja<br />

en un rincón, se arrodilló cortésmente y dijo:<br />

—Buenos días, señor.<br />

<strong>El</strong> huésped, que estaba ligeramente inclinado hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte,<br />

absorto en su tarea, no oyó el saludo <strong>de</strong>l muchacho.<br />

—Señor —dijo el acólito, alzando ligeramente <strong>la</strong> voz—, te<br />

he traído el almuerzo. Si lo <strong>de</strong>seas, lo <strong>de</strong>jaré aquí, en el rincón.<br />

—Ah, gracias —replicó Musashi, en<strong>de</strong>rezándose—. Eres<br />

muy amable. —Se volvió hacia él e inclinó <strong>la</strong> cabeza.<br />

—¿Quieres comer ahora?<br />

—Sí.<br />

—Entonces te serviré el arroz.<br />

Musashi aceptó el cuenco <strong>de</strong> arroz y empezó a comer. <strong>El</strong><br />

acólito miró primero el bloque <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> Musashi<br />

y luego el pequeño cuchillo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. A su alre<strong>de</strong>dor estaban<br />

esparcidas virutas y astil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> fragante ma<strong>de</strong>ra b<strong>la</strong>nca <strong>de</strong><br />

sándalo.<br />

—¿Qué estás tal<strong>la</strong>ndo? —le preguntó.<br />

—Será una imagen sagrada.<br />

—¿<strong>El</strong> Buda Amida?<br />

—No, <strong>la</strong> <strong>de</strong> Kannon. Por <strong>de</strong>sgracia, no sé nada <strong>de</strong> escultura.<br />

Parece como si me cortara más <strong>la</strong>s manos que <strong>la</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Como prueba, alzó un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>dos con numerosos rasguños,<br />

pero el chico parecía más interesado en el vendaje que<br />

llevaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l antebrazo.<br />

—¿Cómo están tus heridas?<br />

—Gracias al buen tratamiento que he recibido aquí, ya están<br />

casi curadas. Por favor, dile al sacerdote que le estoy muy<br />

agra<strong>de</strong>cido.<br />

—Si estás tal<strong>la</strong>ndo una imagen <strong>de</strong> Kannon, <strong>de</strong>berías visitar<br />

el edificio principal, don<strong>de</strong> hay una estatua <strong>de</strong> Kannon que<br />

hizo un escultor muy famoso. Si quieres, te acompañaré allí.<br />

No está lejos.<br />

Encantado por el ofrecimiento, Musashi terminó <strong>de</strong> comer<br />

y los dos partieron hacia el edificio principal. Musashi no había<br />

salido al aire libre en los diez días transcurridos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su llega-<br />

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