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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—¡<strong>El</strong><strong>la</strong> es! —respondió Musashi sin pensar—. Me han dicho<br />

que un ronin se <strong>la</strong> llevó a alguna parte. ¿Sabes qué dirección<br />

tomaron?<br />

—La verdad es que no he visto personalmente lo ocurrido,<br />

pero he oído <strong>de</strong>cir que abandonaron <strong>la</strong> carretera principal a <strong>la</strong><br />

altura <strong>de</strong>l túmulo, o sea que iban en dirección al estanque <strong>de</strong><br />

Nobu.<br />

Musashi no podía imaginar quién habría raptado a Otsü ni<br />

por qué motivo. <strong>El</strong> nombre <strong>de</strong> Matahachi no cruzó por su mente.<br />

Suponía que podía tratarse <strong>de</strong> un rónin inútil, como los que<br />

había conocido en Nara, o tal vez uno <strong>de</strong> los saqueadores <strong>de</strong><br />

los que se <strong>de</strong>cía que mero<strong>de</strong>aban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los bosques. Su<br />

única esperanza era que se tratase <strong>de</strong> un <strong>de</strong>lincuente <strong>de</strong> poca<br />

monta en vez <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los canal<strong>la</strong>s cuyo negocio consistía<br />

en raptar y ven<strong>de</strong>r mujeres, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s que sin duda abusaban en<br />

ocasiones.<br />

Corrió mucho en busca <strong>de</strong>l estanque <strong>de</strong> Nobu. Cuando se<br />

puso el sol, apenas podía ver a dos palmos <strong>de</strong> su cara, a pesar<br />

<strong>de</strong> que <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s bril<strong>la</strong>ban en lo alto. <strong>El</strong> camino empezó a<br />

ascen<strong>de</strong>r, y Musashi supuso que estaba entrando en <strong>la</strong>s estribaciones<br />

<strong>de</strong>l monte Koma.<br />

Al no ver nada que se pareciera a un estanque y temiendo<br />

que se hubiera equivocado <strong>de</strong> camino, se <strong>de</strong>tuvo y miró a su<br />

alre<strong>de</strong>dor. En el vasto mar <strong>de</strong> negrura pudo discernir una granja<br />

solitaria, una protección <strong>de</strong> árboles contra el viento y, por<br />

encima <strong>de</strong> ellos, <strong>la</strong> oscura montaña.<br />

Cuando se acercó más, vio que <strong>la</strong> casa era gran<strong>de</strong> y <strong>de</strong> construcción<br />

maciza, aunque en el tejado <strong>de</strong> paja crecía el musgo y<br />

<strong>la</strong> misma paja se estaba pudriendo. En el exterior había una<br />

luz, que tanto podía ser <strong>de</strong> una antorcha como <strong>de</strong> una fogata, y<br />

cerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> cocina una vaca con manchas. Estaba seguro <strong>de</strong> que<br />

era el animal que montaba Otsü.<br />

Se aproximó sigilosamente, manteniéndose en <strong>la</strong>s sombras,<br />

y cuando estuvo lo bastante cerca para ver <strong>la</strong> cocina, oyó una<br />

voz masculina proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> un cobertizo al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> unos<br />

montones <strong>de</strong> paja y leña.<br />

—Deja <strong>de</strong> trabajar, madre —<strong>de</strong>cía el hombre—. Siempre te<br />

quejas <strong>de</strong> que tienes <strong>la</strong> vista mal, pero sigues trabajando prácticamente<br />

a oscuras.<br />

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