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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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minados, herir a tres o cuatro y marcharse. Entonces iría por<br />

ahí jactándose <strong>de</strong> que se ha enfrentado a más <strong>de</strong> setenta miembros<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> Yoshioka y resultaría el vencedor.<br />

—Jamás consentiríamos semejante cosa.<br />

—Sería su pa<strong>la</strong>bra contra <strong>la</strong> nuestra. Aun cuando traiga seguidores,<br />

<strong>la</strong> gente consi<strong>de</strong>rará este encuentro como una lucha<br />

entre él y toda <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> Yoshioka, y sus simpatías se <strong>de</strong>cantarán<br />

hacia el espadachín solitario.<br />

Entonces intervino Miike Jürozaemon.<br />

—Es evi<strong>de</strong>nte que si escapa <strong>de</strong> nuevo nunca lograremos<br />

borrar esa mancha, al margen <strong>de</strong> lo que digamos. Estamos aquí<br />

para matar a Musashi y no po<strong>de</strong>mos tener <strong>de</strong>masiados escrúpulos<br />

sobre cómo lo haremos. Los muertos no cuentan<br />

historias.<br />

Jürozaemon pidió a cuatro hombres <strong>de</strong>l grupo más próximo<br />

que se acercaran. Tres <strong>de</strong> ellos tenían pequeños arcos y el<br />

cuarto un mosquete. Les or<strong>de</strong>nó que se colocaran ante<br />

Genzaemon.<br />

—Quizá te gustaría ver <strong>la</strong>s precauciones que hemos tomado.<br />

—¡Ah! Armas vo<strong>la</strong>doras.<br />

—Po<strong>de</strong>mos apostarlos en un terreno elevado o en árboles.<br />

—¿No dirá <strong>la</strong> gente que estamos usando tácticas sucias?<br />

—Nos importa menos lo que diga <strong>la</strong> gente que asegurarnos<br />

<strong>de</strong> que Musashi está muerto.<br />

—De acuerdo. Si estás dispuesto a encajar <strong>la</strong>s críticas, no<br />

tengo más que añadir —dijo el anciano sumisamente—. Aunque<br />

Musashi traiga cinco o seis hombres, no es probable que<br />

salga ileso cuando disponemos <strong>de</strong> arcos, flechas y un arma <strong>de</strong><br />

fuego. Bueno, si seguimos en pie aquí, es posible que nos coja<br />

por sorpresa. Pue<strong>de</strong>s encargarte <strong>de</strong> <strong>la</strong> disposición <strong>de</strong> los hombres,<br />

pero hazles ir a sus puestos <strong>de</strong> inmediato.<br />

Las negras sombras se dispersaron como gansos silvestres<br />

en una marisma, algunas se sumergieron en bosquecillos <strong>de</strong><br />

bambú, otras <strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los árboles o <strong>de</strong>scendieron<br />

sobre <strong>la</strong>s elevaciones entre los arrozales. Los tres arqueros<br />

subieron a una altura <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se dominaba todo el terreno.<br />

Abajo, el mosquetero trepó a <strong>la</strong>s ramas superiores <strong>de</strong>l frondoso<br />

pino. Mientras se abría paso entre el ramaje para ocultar-<br />

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