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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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seriedad. Matahachi intentó escuchar<strong>la</strong> cortésmente, pero<br />

pronto le entró un acceso <strong>de</strong> risa.<br />

—¡Ja, ja! ¡Te lo estás inventando todo! Probablemente has<br />

asustado al fantasma. Pero si solías mero<strong>de</strong>ar por los campos<br />

<strong>de</strong> batal<strong>la</strong> y ni siquiera esperabas a que los espíritus <strong>de</strong> los<br />

muertos se marcharan antes <strong>de</strong> que empezaras a <strong>de</strong>spojar los<br />

cadáveres.<br />

—Entonces sólo era una niña. No sabía lo suficiente para<br />

sentir miedo.<br />

—No eras tan joven... Supongo que todavía estás enamorada<br />

<strong>de</strong> Musashi.<br />

—No... Fue mi primer amor, pero...<br />

—Entonces ¿por qué vas a Ichijóji?<br />

—La verdad es que no lo sé ni yo misma. Sencil<strong>la</strong>mente,<br />

supuse que si iba ahí podría verle.<br />

—Estás perdiendo el tiempo —le dijo él rotundamente, y<br />

entonces añadió que Musashi no tenía una posibilidad en un<br />

mil<strong>la</strong>r <strong>de</strong> salir con vida <strong>de</strong>l combate.<br />

Después <strong>de</strong> lo que le había sucedido en manos <strong>de</strong> Seijüro y<br />

Kojiro, pensar en Musashi ya no podía evocar imágenes <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

dicha que en otro tiempo había imaginado compartir con él.<br />

Puesto que ni había muerto ni hal<strong>la</strong>do una c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> vida que le<br />

atrajera, se sentía como un alma en el limbo, un ganso separado<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> bandada y perdido.<br />

Mientras contemp<strong>la</strong>ba el perfil <strong>de</strong> <strong>la</strong> muchacha, a Matahachi<br />

le sorprendió <strong>la</strong> similitud <strong>de</strong> sus situaciones respectivas. A<br />

ambos les habían cortado <strong>la</strong>s amarras e iban a <strong>la</strong> <strong>de</strong>riva. Algo<br />

en el rostro empolvado <strong>de</strong> Akemi sugería que iba en busca <strong>de</strong><br />

un compañero.<br />

Él <strong>la</strong> ro<strong>de</strong>ó con un brazo, le rozó <strong>la</strong> mejil<strong>la</strong> con <strong>la</strong> suya y<br />

le dijo:<br />

—Marchémonos a Edo, Akemi.<br />

—¿A..., a Edo? Debes <strong>de</strong> estar bromeando —dijo el<strong>la</strong>, pero<br />

<strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>la</strong> hizo salir <strong>de</strong> su estado hipnótico.<br />

Él <strong>la</strong> cogió con fuerza <strong>de</strong> los hombros.<br />

—No tiene que ser necesariamente Edo, pero todo el mundo<br />

dice que es <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong>l futuro. Osaka y Kyoto ya son viejas,<br />

y tal vez por eso el shogun está levantando una nueva capital<br />

en el este. Si vamos allí ahora, habrá todavía una gran<br />

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