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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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su mano izquierda y atraparlo entre <strong>la</strong>s dos espadas. Lanzándose<br />

a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, podía inmovilizar al hombre en un lugar con <strong>la</strong><br />

espada pequeña y, antes <strong>de</strong> que tuviera tiempo <strong>de</strong> esquivar,<br />

atacarle con <strong>la</strong> espada mayor. En años posteriores este método<br />

llegaría a ser formalmente conocido como <strong>la</strong> «técnica <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

dos espadas contra una gran fuerza», pero en aquel momento<br />

Musashi <strong>la</strong> empleaba por puro instinto.<br />

Según todas <strong>la</strong>s normas aceptadas, Musashi no era un gran<br />

técnico <strong>de</strong> <strong>la</strong> espada. Escue<strong>la</strong>s, estilos, teorías, tradiciones...<br />

nada <strong>de</strong> eso significaba nada para él. Su manera <strong>de</strong> luchar era<br />

absolutamente pragmática. Lo que sabía era tan sólo lo que<br />

había aprendido por experiencia. No llevaba <strong>la</strong> teoría a <strong>la</strong> práctica,<br />

sino que luchaba primero y teorizaba <strong>de</strong>spués.<br />

A los hombres <strong>de</strong> Yoshioka, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los Diez <strong>Espada</strong>chines<br />

abajo, les habían inculcado <strong>la</strong>s teorías <strong>de</strong>l estilo Kyohachi. Algunos<br />

<strong>de</strong> ellos incluso habían llegado a crear variaciones estilísticas<br />

propias. A pesar <strong>de</strong> que eran unos luchadores muy entrenados<br />

y altamente disciplinados, no tenían manera <strong>de</strong><br />

evaluar a un espadachín como Musashi, el cual había pasado<br />

una época viviendo como un asceta en <strong>la</strong>s montañas, exponiéndose<br />

a los peligros presentados por <strong>la</strong> naturaleza con tanta frecuencia<br />

como a los presentados por el hombre. Para los hombres<br />

<strong>de</strong> Yoshioka era incomprensible que Musashi, con <strong>la</strong><br />

respiración tan errática, el rostro ceniciento, los ojos empañados<br />

por el sudor y el cuerpo cubierto <strong>de</strong> sangre, fuese todavía<br />

capaz <strong>de</strong> b<strong>la</strong>ndir dos espadas y amenazar con poner fin instantáneo<br />

a cualquiera que se le acercara <strong>de</strong>masiado. Pero lo cierto<br />

era que seguía luchando como un dios <strong>de</strong> fuego y furia. <strong>El</strong>los<br />

mismos estaban extenuados, y sus intentos <strong>de</strong> inmovilizar a<br />

aquel espectro ensangrentado se estaban volviendo histéricos.<br />

<strong>El</strong> tumulto aumentó <strong>de</strong> repente.<br />

—¡Corre! —gritaron mil voces.<br />

—¡Tú, el que luchas solo, echa a correr!<br />

—¡Corre mientras puedas!<br />

Los gritos procedían <strong>de</strong> <strong>la</strong>s montañas, los árboles, <strong>la</strong>s b<strong>la</strong>ncas<br />

nubes en el cielo. Los espectadores en todos los <strong>la</strong>dos veían<br />

que <strong>la</strong>s fuerzas <strong>de</strong> Yoshioka estaban cercando a Musashi. <strong>El</strong><br />

peligro inminente les impulsaba a tratar <strong>de</strong> salvarle, aunque<br />

sólo fuese con sus voces.<br />

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