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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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un manto pulcramente dob<strong>la</strong>dos. Depositó <strong>la</strong>s prendas ante<br />

Musashi y le invitó a examinar<strong>la</strong>s.<br />

—Gracias —dijo él—. Parecen como nuevas.<br />

—Las manchas <strong>de</strong> sangre no <strong>de</strong>saparecen fácilmente. Hay<br />

que frotar y frotar.<br />

—Ya no se ve ninguna. Te estoy muy agra<strong>de</strong>cido... ¿Y<br />

Yoshino?<br />

—Está ocupadísima, atendiendo a uno y otro huésped. No<br />

le dan un momento <strong>de</strong> respiro.<br />

—Mi estancia aquí ha sido muy agradable, pero si me quedo<br />

más tiempo seré una carga para vosotros. Tengo <strong>la</strong> intención<br />

<strong>de</strong> marcharme en cuanto salga el sol. ¿Se lo dirás a Yoshino<br />

y le transmitirás mi más profundo agra<strong>de</strong>cimiento?<br />

Jotaro se re<strong>la</strong>jó. Sin duda Musashi tenía <strong>la</strong> intención <strong>de</strong> ver<br />

a Otsü. Aquél sí que era su maestro, un hombre bueno y honrado.<br />

<strong>El</strong> chiquillo sonrió, satisfecho.<br />

En cuanto <strong>la</strong> muchacha se marchó, Musashi puso <strong>la</strong>s ropas<br />

ante Jotaro y le dijo:<br />

—Acabas <strong>de</strong> llegar en el momento apropiado. Tengo que<br />

<strong>de</strong>volver estas prendas a <strong>la</strong> mujer que me <strong>la</strong>s prestó. Quiero<br />

que <strong>la</strong>s lleves a <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> Hon'ami Kóetsu, que está al norte <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> ciudad, y me traigas mi kimono. ¿Serás un buen chico y me<br />

harás ese favor?<br />

—Des<strong>de</strong> luego —dijo Jotaro con una expresión aprobadora—.<br />

Iré ahora mismo.<br />

Envolvió <strong>la</strong>s prendas en un paño, junto con una carta dirigida<br />

por Musashi a Koetsu, y se echó el fardo a <strong>la</strong> espalda.<br />

La asistenta llegó en aquel momento con <strong>la</strong> cena y alzó los<br />

brazos, horrorizada.<br />

—¿Qué estáis haciendo? —preguntó con <strong>la</strong> voz sofocada.<br />

Cuando Musashi se lo explicó, <strong>la</strong> muchacha dijo—:<br />

¡Oh, no pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jar que se marche!<br />

Le contó lo que Jotaro había hecho. Por suerte, su puntería<br />

no había sido perfecta y el sirviente había sobrevivido. Aseguró<br />

a Musashi que, como aquél<strong>la</strong> no era más que una pelea entre<br />

muchas, el asunto estaba zanjado, pues Yoshino había advertido<br />

personalmente al propietario y a los más jóvenes <strong>de</strong>l establecimiento<br />

que guardaran silencio. También señaló que, al<br />

proc<strong>la</strong>mar inadvertidamente que era pupilo <strong>de</strong> Miyamoto Mu-<br />

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