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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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Parecía haber algo rayano en <strong>la</strong> admiración en estas observaciones<br />

<strong>de</strong> Koetsu, pero, como era mayor, no podía exten<strong>de</strong>rse<br />

en a<strong>la</strong>banzas al muchacho. No sólo no sería digno <strong>de</strong> él, sino<br />

que los elogios podrían subírsele al joven a <strong>la</strong> cabeza.<br />

En aquel momento regresó el sirviente con más verduras<br />

silvestres, y Myoshü preparó el potaje. Mientras lo servía en<br />

pequeños p<strong>la</strong>tos, que también parecían obra <strong>de</strong> Koetsu, un recipiente<br />

<strong>de</strong> sake se estaba calentando, y el festín campestre dio<br />

comienzo.<br />

La comida utilizada en <strong>la</strong> ceremonia <strong>de</strong>l té era <strong>de</strong>masiado<br />

ligera y <strong>de</strong>licada para el gusto <strong>de</strong> Musashi, cuya constitución<br />

física anhe<strong>la</strong>ba más sustancia y un sabor más fuerte. No obstante,<br />

se esforzó por saborear el leve aroma <strong>de</strong> <strong>la</strong> mezc<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

vegetales, pues reconocía que era mucho lo que podía apren<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> Koetsu y su encantadora madre.<br />

A medida que pasaba el tiempo, empezó a mirar con nerviosismo<br />

su entorno. Finalmente, se volvió a su anfitrión y le<br />

dijo:<br />

—Ha sido muy agradable, pero ahora <strong>de</strong>bo irme. Quisiera<br />

quedarme, pero temo que los hombres <strong>de</strong> mi adversario vengan<br />

y causen problemas. No <strong>de</strong>seo implicaros en semejante<br />

cosa. Confío en tener <strong>la</strong> oportunidad <strong>de</strong> veros nuevamente.<br />

Myoshü se levantó para <strong>de</strong>spedirle.<br />

—Si alguna vez te encuentras en <strong>la</strong>s proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l callejón<br />

Hon'ami, no <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> visitarnos.<br />

—Sí, por favor, ven a vernos. Tendremos una <strong>la</strong>rga y grata<br />

char<strong>la</strong> —añadió Koetsu.<br />

A pesar <strong>de</strong> los temores <strong>de</strong> Musashi, no había rastro alguno<br />

<strong>de</strong> los estudiantes <strong>de</strong> Yoshioka. Tras <strong>de</strong>spedirse, se volvió para<br />

mirar a sus dos nuevos amigos sentados en <strong>la</strong> estera. Ciertamente<br />

vivían en mundos distintos. Su propio camino <strong>la</strong>rgo y<br />

estrecho jamás le conduciría a <strong>la</strong> esfera <strong>de</strong> apacibles p<strong>la</strong>ceres<br />

en <strong>la</strong> que vivía Koetsu. Caminó en silencio hacia el extremo <strong>de</strong>l<br />

campo, <strong>la</strong> cabeza gacha, sumido en sus pensamientos.<br />

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