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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—Los ojos <strong>de</strong> ese hombre dan miedo —murmuró Osugi—,<br />

como los <strong>de</strong> Musashi. —En aquel momento captó un leve movimiento<br />

en <strong>la</strong>s sombras e irguió los hombros encorvados—.<br />

¡Huuu! —gritó como un buho. Des<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un gran cedro,<br />

una mano le hizo una seña para que se acercara—. Matahachi<br />

—murmuró Osugi, pensando que era muy conmovedor que su<br />

hijo no quisiera que le viera nadie salvo el<strong>la</strong>.<br />

La anciana l<strong>la</strong>mó a Otsü, que ahora estaba a cincuenta o<br />

sesenta pies <strong>de</strong> distancia, cuesta abajo.<br />

—Ve tú <strong>de</strong><strong>la</strong>nte, Otsü, pero no te alejes <strong>de</strong>masiado. Espérame<br />

en el lugar l<strong>la</strong>mado Chirimazuka. Me reuniré contigo<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos momentos.<br />

—De acuerdo —replicó Otsü.<br />

—¡Y no se te ocurra ir a ninguna parte! Ya sabes que te<br />

vigilo. No intentes escapar.<br />

Osugi corrió al árbol.<br />

—Eres tú, Matahachi, ¿no es cierto?<br />

—Sí, madre. —Sus manos salieron <strong>de</strong> <strong>la</strong> oscuridad y aferraron<br />

<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> anciana como si llevara años esperando ver<strong>la</strong>.<br />

—¿Qué estás haciendo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> este árbol? ¡Oh, tienes <strong>la</strong>s<br />

manos frías como el hielo! —Su propia solicitud <strong>la</strong> conmovía<br />

hasta el punto <strong>de</strong> arrancarle <strong>la</strong>s lágrimas.<br />

—He tenido que escon<strong>de</strong>rme —dijo Matahachi, mirando<br />

nerviosamente a uno y otro <strong>la</strong>do—. Ese hombre que ha pasado<br />

por aquí hace un momento... Le has visto, ¿no es cierto?<br />

—¿<strong>El</strong> hombre que llevaba una espada <strong>la</strong>rga a <strong>la</strong> espalda?<br />

—Sí.<br />

—¿Le conoces?<br />

—Más o menos. Es Sasaki Kojiró.<br />

—¿Qué? Creía que tú eras Sasaki Kojiró.<br />

—¿Cómo?<br />

—En Osaka me enseñaste tu certificado y ése era el nombre<br />

escrito en él. Dijiste que era el nombre que habías adoptado,<br />

¿no es cierto?<br />

—¿Eso te dije? Pues no era cierto. Hoy, cuando venía hacia<br />

aquí, le vi. Hace un par <strong>de</strong> días, Kojiró me lo hizo pasar mal,<br />

por lo que me he ocultado para no encontrarme con él. Si vuelve<br />

por aquí, podría verme en un aprieto.<br />

Osugi estaba tan sorprendida que ni siquiera podía hab<strong>la</strong>r,<br />

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