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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—Tienes toda <strong>la</strong> razón. Espero que olvi<strong>de</strong>s lo que ha ocurrido,<br />

en consi<strong>de</strong>ración a Seijüró y Denshichiró.<br />

<strong>El</strong> anciano eligió sus pa<strong>la</strong>bras con tacto, pues le preocupaba<br />

que si Kojiró se ofendía podría advertir <strong>la</strong> cobar<strong>de</strong> estrategia<br />

que habían adoptado.<br />

La cólera <strong>de</strong> Kojiró remitió.<br />

—Levántate, señor. Me azora que un hombre mayor que<br />

yo se incline ante mí. —Con un rápido cambio <strong>de</strong> opinión, el<br />

dueño <strong>de</strong>l Palo <strong>de</strong> Secar <strong>de</strong>dicó su elocuencia a estimu<strong>la</strong>r a los<br />

hombres <strong>de</strong> Yoshioka y vilipendiar a Musashi—. Des<strong>de</strong> hace<br />

algún tiempo soy amigo <strong>de</strong> Seijüró y, como he dicho antes, no<br />

tengo ninguna re<strong>la</strong>ción con Musashi. Es natural que esté a favor<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Casa <strong>de</strong> Yoshioka. He presenciado muchos conflictos<br />

entre guerreros, pero nunca he sido testigo <strong>de</strong> una tragedia<br />

como <strong>la</strong> que vosotros habéis sufrido. Es increíble que <strong>la</strong> casa<br />

que sirvió a los shogunes Ashikaga como instructores en <strong>la</strong>s<br />

artes marciales pierda su prestigio a manos <strong>de</strong> un simple patán<br />

rural.<br />

Sus pa<strong>la</strong>bras, pronunciadas como si se propusiera enar<strong>de</strong>cerles,<br />

fueron recibidas con profunda atención. En el rostro <strong>de</strong><br />

Jürózaemon se reflejaba el pesar que sentía por haber hab<strong>la</strong>do<br />

con tanta ru<strong>de</strong>za a un hombre que no tenía más que buenos<br />

<strong>de</strong>seos hacia <strong>la</strong> Casa <strong>de</strong> Yoshioka.<br />

Esa reacción no le pasó <strong>de</strong>sapercibida a Kojiró, él cual cobró<br />

ímpetu.<br />

—En el futuro me propongo establecer una escue<strong>la</strong> propia.<br />

No es, pues, <strong>la</strong> curiosidad lo que me lleva a observar los encuentros<br />

y estudiar <strong>la</strong>s tácticas <strong>de</strong> otros luchadores. Eso forma<br />

parte <strong>de</strong> mi educación. Sin embargo, no creo haber presenciado<br />

ni haber oído hab<strong>la</strong>r jamás <strong>de</strong> un enfrentamiento que me<br />

irritara más que vuestros dos encuentros con Musashi. ¿Por<br />

qué razón, cuando erais tantos en el Rengeóin, y anteriormente<br />

en el Rendaiji, <strong>de</strong>jasteis escapar a Musashi para que pudiera<br />

jactarse <strong>de</strong> ello en <strong>la</strong>s calles <strong>de</strong> Kyoto? No puedo compren<strong>de</strong>rlo.<br />

Se hume<strong>de</strong>ció los <strong>la</strong>bios y siguió diciendo:<br />

—No hay duda <strong>de</strong> que Musashi es un luchador <strong>de</strong> tenacidad<br />

sorpren<strong>de</strong>nte, teniendo en cuenta que se trata <strong>de</strong> un espadachín<br />

vagabundo. Lo sé porque le he visto en un par <strong>de</strong> ocasio-<br />

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