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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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su cuerpo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> cabeza a los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> los pies, estaba concentrado<br />

en un esfuerzo por presentar una imagen <strong>de</strong> ferocidad<br />

al enemigo.<br />

Sabía que su habilidad en <strong>la</strong> posición a nivel <strong>de</strong> los ojos no<br />

era <strong>de</strong>scol<strong>la</strong>nte, y eso le irritaba. Ansiaba alzar los codos y<br />

colocar <strong>la</strong> espada por encima <strong>de</strong> su cabeza, pero era <strong>de</strong>masiado<br />

arriesgado. Musashi estaba atento a <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> ese movimiento,<br />

esa fracción <strong>de</strong> segundo en <strong>la</strong> que sus brazos le ocultarían<br />

<strong>la</strong> visión.<br />

Musashi también mantenía su espada al nivel <strong>de</strong> los ojos,<br />

con los codos re<strong>la</strong>jados, flexible y capaz <strong>de</strong> moverse en cualquier<br />

dirección. Los brazos <strong>de</strong> Denshichiro, mantenidos en una<br />

postura <strong>de</strong>sacostumbrada, estaban tensos y rígidos, y su espada<br />

insegura. La <strong>de</strong> Musashi permanecía absolutamente inmóvil.<br />

La nieve empezaba a amontonarse sobre el <strong>de</strong>lgado bor<strong>de</strong> superior<br />

<strong>de</strong>l arma.<br />

Mientras vigi<strong>la</strong>ba como un halcón a su contrario, para percibir<br />

el más ligero movimiento <strong>de</strong> éste, Musashi contó el número<br />

<strong>de</strong> veces que aspiraba y exha<strong>la</strong>ba. No sólo quería ganar, sino<br />

que <strong>de</strong>bía ganar, y tenía una aguda conciencia <strong>de</strong> que volvía a<br />

encontrarse en <strong>la</strong> línea fronteriza que separaba <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

muerte. Veía a Denshichiro como una roca gigantesca, una<br />

presencia abrumadora. <strong>El</strong> nombre <strong>de</strong> Hachiman, el dios <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

guerra, cruzó por su mente.<br />

«Su técnica es mejor que <strong>la</strong> mía», se dijo Musashi sinceramente.<br />

Había experimentado <strong>la</strong> misma sensación <strong>de</strong> inferioridad<br />

en el castillo <strong>de</strong> Koyagyü, cuando le ro<strong>de</strong>aron los cuatro<br />

espadachines más diestros <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> Yagyü. Siempre ocurría<br />

lo mismo cuando se enfrentaba a espadachines <strong>de</strong> <strong>la</strong>s escue<strong>la</strong>s<br />

ortodoxas, pues su propia técnica carecía <strong>de</strong> forma o<br />

razón, no era, en realidad, más que un método basado en el<br />

lema «actúa o muere». Mientras miraba fijamente a Denshichiro,<br />

comprendía que el estilo que Kempó había creado y a cuyo<br />

<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>dicó su vida entera era sencillo y complejo al mismo<br />

tiempo, estaba bien or<strong>de</strong>nado, era sistemático y no podía<br />

ser superado sólo por medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> fuerza bruta o el espíritu.<br />

Musashi ponía sumo cuidado en no hacer ningún movimiento<br />

innecesario. Su táctica primitiva se negaba a entrar en<br />

juego, y le sorprendía comprobar hasta qué punto sus brazos se<br />

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