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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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no ac<strong>la</strong>ró si estaba haciendo una pregunta o una afirmación.<br />

Un poco sonrojado, Matahachi replicó:<br />

—¿Akemi? ¿Le ha ocurrido algo?<br />

—No está en <strong>la</strong> cama.<br />

—¿Estás segura?<br />

—Ahí estaba hace un rato, pero ya no.<br />

Aunque un sexto sentido le dijo a Musashi lo que había<br />

ocurrido, se limitó a <strong>de</strong>cir:<br />

—Será mejor que vayamos a ver.<br />

<strong>El</strong> jergón <strong>de</strong> Akemi estaba todavía extendido en el suelo,<br />

pero por lo <strong>de</strong>más <strong>la</strong> habitación se hal<strong>la</strong>ba vacía.<br />

Matahachi soltó una maldición y examinó en vano <strong>la</strong> habitación.<br />

Con el rostro enrojecido por <strong>la</strong> cólera, exc<strong>la</strong>mó:<br />

—¡Ni obi ni dinero! ¡Ni siquiera un peine o una horquil<strong>la</strong>!<br />

¡Está loca! ¿Qué le pasa? ¿Cómo ha podido abandonarme así?<br />

La anciana permanecía en el umbral.<br />

—Ha hecho una cosa terrible —dijo como si hab<strong>la</strong>ra consigo<br />

misma—. Esa chica..., tal vez no <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cirlo, pero no<br />

estaba enferma. Lo fingía para po<strong>de</strong>r estar en cama. Aunque<br />

soy vieja, no se me escapan esas cosas.<br />

Matahachi salió <strong>de</strong> <strong>la</strong> habitación y se quedó mirando el<br />

b<strong>la</strong>nco camino que se curvaba a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> <strong>la</strong> estribación montañosa.<br />

La vaca, que yacía bajo un melocotonero cuyas flores<br />

ya se habían oscurecido y caído, rompió el silencio con un <strong>la</strong>rgo<br />

y soñoliento mugido.<br />

—No te que<strong>de</strong>s ahí triste y abatido, Matahachi —le dijo<br />

Musashi—. Roguemos para que encuentre un lugar don<strong>de</strong><br />

pueda establecerse y llevar una vida apacible, y <strong>de</strong>jemos <strong>la</strong>s<br />

cosas así.<br />

Una so<strong>la</strong> mariposa amaril<strong>la</strong> ascendió con <strong>la</strong> brisa arremolinada<br />

antes <strong>de</strong> caer por el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> un risco.<br />

—Tu promesa me ha hecho muy feliz —dijo Musashi—.<br />

¿No es hora ya <strong>de</strong> que hagas algo al respecto, <strong>de</strong> que lo intentes<br />

<strong>de</strong> veras y llegues a ser algo?<br />

—Sí, es cierto, tengo que hacerlo —musitó Matahachi sin<br />

entusiasmo, mordiéndose el <strong>la</strong>bio inferior para evitar que le<br />

temb<strong>la</strong>ra.<br />

Musashi se dio <strong>la</strong> vuelta, <strong>de</strong>sviando su mirada <strong>de</strong>l camino<br />

<strong>de</strong>sierto.<br />

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