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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—¿Quieres tomar un poco <strong>de</strong> sake con nosotros?<br />

—Eres muy amable. Partir <strong>de</strong> noche es algo fuera <strong>de</strong> lo corriente.<br />

¿A qué se <strong>de</strong>be semejante <strong>de</strong>cisión?<br />

—A <strong>de</strong>cir verdad, ha surgido <strong>de</strong> improviso un asunto muy<br />

importante. Por cierto, ¿tendrías un p<strong>la</strong>no <strong>de</strong> <strong>la</strong> al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Ichijoji?<br />

—Veamos, es un pequeño lugar al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l Shirakawa,<br />

cerca <strong>de</strong> <strong>la</strong> cima <strong>de</strong>l monte Hiei. No creo que sea buena i<strong>de</strong>a ir<br />

ahí en plena noche. Está <strong>de</strong>sierto y...<br />

—Eso no importa —le interrumpió Matahachi—. ¿Tendrías<br />

<strong>la</strong> bondad <strong>de</strong> dibujarnos un p<strong>la</strong>no?<br />

—Con mucho gusto. Uno <strong>de</strong> mis sirvientes es <strong>de</strong> allá y pue<strong>de</strong><br />

facilitarme <strong>la</strong> información que necesito. Veréis, Ichijoji no<br />

tiene muchos habitantes, pero se extien<strong>de</strong> por una zona muy<br />

amplia.<br />

Matahachi, que estaba ya algo bebido, le dijo secamente:<br />

—No te preocupes por el lugar al que vamos. Tan sólo queremos<br />

saber cómo llegar allí.<br />

—Oh, perdóname. Os <strong>de</strong>jo para que sigáis con vuestros<br />

preparativos.<br />

Restregándose servilmente <strong>la</strong>s manos, el posa<strong>de</strong>ro retrocedió<br />

hacia <strong>la</strong> terraza sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> hacer reverencias.<br />

Cuando estaba a punto <strong>de</strong> salir al jardín, tres o cuatro empleados<br />

suyos llegaron corriendo, y uno <strong>de</strong> ellos preguntó, excitado:<br />

—¿No ha pasado por aquí?<br />

—¿Quién?<br />

—Esa muchacha, <strong>la</strong> que se alojaba en <strong>la</strong> habitación <strong>de</strong>l<br />

fondo.<br />

—¿Qué le suce<strong>de</strong>?<br />

—Estoy seguro <strong>de</strong> que <strong>la</strong> he visto antes, esta misma tar<strong>de</strong>,<br />

pero luego miré en su habitación y...<br />

—¡Ve al grano!<br />

—No damos con el<strong>la</strong>.<br />

—¡Idiota! —gritó el posa<strong>de</strong>ro, sin un ápice <strong>de</strong>l untuoso servilismo<br />

que había mostrado hacía unos instantes—. ¿De qué<br />

sirve correr así tras el<strong>la</strong> cuando se ha marchado? Deberías haber<br />

comprendido por su aspecto que había algo raro en el<strong>la</strong>,<br />

¿ffas <strong>de</strong>jado transcurrir una semana sin asegurarte <strong>de</strong> que te-<br />

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