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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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Genjiro, un chiquillo <strong>de</strong> trece años, bajó <strong>de</strong>l siguiente<br />

pa<strong>la</strong>nquín. Tanto el padre como el hijo llevaban en <strong>la</strong> cabeza<br />

cintas b<strong>la</strong>ncas fuertemente atadas y los hakama muy arremangados.<br />

Genzaemon pidió a su hijo que fuese a sentarse <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l<br />

pino. <strong>El</strong> muchacho asintió en silencio mientras su padre le daba<br />

una palmada <strong>de</strong> estímulo en <strong>la</strong> cabeza y le <strong>de</strong>cía:<br />

—<strong>El</strong> combate se lleva a cabo en tu nombre, pero son los<br />

discípulos quienes lucharán. Puesto que eres <strong>de</strong>masiado joven<br />

para participar, sólo tienes que quedarte ahí y observar.<br />

Genjiro corrió directamente al árbol, don<strong>de</strong> adoptó una<br />

pose tan rígida y digna como <strong>la</strong> <strong>de</strong> un muñeco samurai en el<br />

Festival <strong>de</strong> los Muchachos.<br />

—Es un poco pronto —dijo Genzaemon—. <strong>El</strong> sol tardará<br />

un rato en salir. —Buscó algo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cintura y sacó<br />

una <strong>la</strong>rga pipa con una cazoleta <strong>de</strong> gran tamaño—. ¿Alguien<br />

tiene lumbre? —preguntó con tranquilidad, haciendo saber a<br />

los <strong>de</strong>más que tenía un completo dominio <strong>de</strong> sí mismo.<br />

Uno <strong>de</strong> los hombres se le acercó.<br />

—Antes <strong>de</strong> que te acomo<strong>de</strong>s para fumar, señor, ¿no crees<br />

que <strong>de</strong>beríamos <strong>de</strong>cidir <strong>la</strong> distribución <strong>de</strong> los hombres?<br />

—Sí, eso creo. Apostémoslos rápidamente, para que estén<br />

preparados. ¿Cómo vas a hacerlo?<br />

—Habrá un grupo central junto a ese árbol. Otros hombres<br />

estarán ocultos a intervalos <strong>de</strong> veinte pasos en ambos <strong>la</strong>dos <strong>de</strong><br />

los tres sen<strong>de</strong>ros.<br />

—¿Quiénes estarán junto al árbol?<br />

—Tú, yo y unos diez más. Así podremos proteger a Genjiro<br />

y estar preparados para intervenir cuando recibamos <strong>la</strong> señal<br />

<strong>de</strong> que Musashi ha llegado.<br />

—Espera un momento —dijo Genzaemon, revisando <strong>la</strong> estrategia<br />

con juiciosa caute<strong>la</strong>—. Si los hombres están diseminados<br />

<strong>de</strong> ese modo, sólo habrá unos veinte en disposición <strong>de</strong> atacarle<br />

al principio.<br />

—Es cierto, pero estará ro<strong>de</strong>ado.<br />

—No necesariamente. Pue<strong>de</strong>s estar seguro <strong>de</strong> que traerá<br />

ayuda, y no olvi<strong>de</strong>s que es tan experto en salir <strong>de</strong> un atol<strong>la</strong><strong>de</strong>ro<br />

como lo es en <strong>la</strong> lucha, si no mejor. Acuérdate <strong>de</strong>l Rengeóin.<br />

Podría atacar en un punto don<strong>de</strong> nuestros hombres estén dise-<br />

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