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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—¡Sucio ronin! —gritó el<strong>la</strong>—. Haciendo presas tramposas,<br />

¿eh? Crees que no somos más que unos campesinos estúpidos,<br />

¿no es cierto?<br />

Musashi no podía volverse para rechazar un ataque por <strong>de</strong>trás,<br />

<strong>de</strong>bido a <strong>la</strong>s contorsiones <strong>de</strong> Gonnosuke, el cual trataba<br />

<strong>de</strong> colocar a Musashi en una posición ventajosa para su madre.<br />

—¡No te preocupes, madre! —gritó—. Lo conseguiré. No<br />

te acerques <strong>de</strong>masiado.<br />

—Manten <strong>la</strong> calma —le advirtió el<strong>la</strong>—. No <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>jarte<br />

vencer por gente <strong>de</strong> su c<strong>la</strong>se. ¡Acuérdate <strong>de</strong> tus antepasados!<br />

Piensa en <strong>la</strong> sangre heredada <strong>de</strong>l gran Kakumyo, que luchó al<br />

<strong>la</strong>do <strong>de</strong>l general <strong>de</strong> Kiso.<br />

—¡No lo olvidaré! —gritó Gonnosuke.<br />

Apenas había pronunciado estas pa<strong>la</strong>bras cuando logró alzar<br />

<strong>la</strong> cabeza y c<strong>la</strong>vó los dientes en el muslo <strong>de</strong> Musashi, al<br />

tiempo que soltaba el bastón y golpeaba a Musashi con ambas<br />

manos. La mujer eligió aquel momento para apuntar con <strong>la</strong><br />

<strong>la</strong>nza <strong>la</strong> espalda <strong>de</strong> Musashi.<br />

—¡Espera! —gritó Musashi.<br />

Habían llegado a un punto en que sólo mediante <strong>la</strong> muerte<br />

<strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos parecía posible el <strong>de</strong>sen<strong>la</strong>ce <strong>de</strong> <strong>la</strong> lucha. Si Musashi<br />

hubiera tenido <strong>la</strong> absoluta certeza <strong>de</strong> que al vencer podría<br />

liberar a Otsü y Jotaro, habría seguido insistiendo. Pero ahora<br />

lo más valeroso parecía ser pedir un alto y discutir el asunto.<br />

Volvió los hombros hacia <strong>la</strong> anciana y le dijo que bajara <strong>la</strong> <strong>la</strong>nza.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>bo hacer, hijo?<br />

Gonnosuke seguía inmovilizado en el suelo, pero también<br />

pensaba por su cuenta. Tal vez aquel rónin tenía alguna razón<br />

para creer que sus compañeros estaban allí. No tenía sentido<br />

arriesgarse a morir por un malentendido.<br />

Después <strong>de</strong> que los dos combatientes se separasen, sólo<br />

fueron necesarios unos minutos para ac<strong>la</strong>rar que todo era<br />

un error.<br />

Los tres se dirigieron a <strong>la</strong> casa y el fuego crepitante. Arrodillándose<br />

al <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l hogar, <strong>la</strong> madre dijo:<br />

—¡Qué peligroso! Y pensar que, <strong>de</strong> entrada, no había ningún<br />

motivo para luchar.<br />

Gonnosuke se dispuso a sentarse a su <strong>la</strong>do, pero el<strong>la</strong> sacudió<br />

<strong>la</strong> cabeza.<br />

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