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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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estaba preparada para morir si él lo hacía. Su rostro expresaba<br />

una serenidad perfecta, sus ojos le <strong>de</strong>cían que ni mentía ni hab<strong>la</strong>ba<br />

<strong>de</strong> una manera impulsiva. Casi parecía feliz ante <strong>la</strong> perspectiva<br />

<strong>de</strong> acompañarle en <strong>la</strong> muerte. Un tanto avergonzado,<br />

Musashi se preguntó cómo <strong>la</strong>s mujeres podían ser tan fuertes.<br />

—¡No cometas una estupi<strong>de</strong>z, Otsü! —le dijo <strong>de</strong> repente—.<br />

No hay ninguna razón por <strong>la</strong> que <strong>de</strong>bas morir. —La fuerza <strong>de</strong><br />

su propia voz y <strong>la</strong> hondura <strong>de</strong> su sentimiento le sorprendió incluso<br />

a él—. Una cosa es que yo muera luchando contra los<br />

Yoshioka. No sólo es correcto que quien vive por <strong>la</strong> espada<br />

muera por <strong>la</strong> espada, sino que tengo el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> recordar a esos<br />

cobar<strong>de</strong>s el <strong>Camino</strong> <strong>de</strong>l Samurai. Tu voluntad <strong>de</strong> seguirme en<br />

<strong>la</strong> muerte es muy conmovedora, pero ¿<strong>de</strong> qué serviría? No sería<br />

más útil que <strong>la</strong> <strong>la</strong>stimosa muerte <strong>de</strong> un insecto.<br />

Al ver que el<strong>la</strong> lloraba <strong>de</strong> nuevo, <strong>la</strong>mentó <strong>la</strong> brutalidad <strong>de</strong><br />

sus pa<strong>la</strong>bras.<br />

—Ahora comprendo cómo te he mentido y me he engañado<br />

a mí mismo a través <strong>de</strong> los años. No tenía intención <strong>de</strong> <strong>de</strong>fraudarte<br />

cuando me escapé <strong>de</strong>l pueblo o cuando te vi en el<br />

puente Hanada, pero lo hice... al fingir que era frío e indiferente.<br />

No era así cómo me sentía realmente.<br />

»Dentro <strong>de</strong> poco estaré muerto, y lo que estoy a punto <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir es <strong>la</strong> verdad. Te quiero, Otsü. Lo arrojaría todo a los cuatro<br />

vientos y viviría contigo si sólo... —Se interrumpió un momento<br />

y luego continuó con más vehemencia—: Debes creerme,<br />

porque nunca tendré otra oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte esto. No<br />

hablo con orgullo ni fingimiento. Ha habido días en los que no<br />

podía concentrarme porque pensaba en ti. Tenía sueños intensos,<br />

apasionados, Otsü, sueños que casi me hacían enloquecer.<br />

A menudo he abrazado mi jergón, imaginando que eras tú.<br />

Pero incluso cuando me sentía así, me bastaba <strong>de</strong>senvainar <strong>la</strong><br />

espada y mirar<strong>la</strong> para que <strong>la</strong> locura se <strong>de</strong>svaneciese y se me<br />

enfriara <strong>la</strong> sangre.<br />

Otsü volvió el rostro hacia él, llorosa pero radiante como<br />

un dondiego <strong>de</strong> día, y empezó a hab<strong>la</strong>r. Al ver el ardor en los<br />

ojos <strong>de</strong> Musashi, <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras se le trabaron en <strong>la</strong> garganta y<br />

miró <strong>de</strong> nuevo el suelo.<br />

—La espada es mi refugio. Cada vez que <strong>la</strong> pasión amenaza<br />

con vencerme, me obligo a regresar al mundo <strong>de</strong> <strong>la</strong> esgrima.<br />

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