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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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pero el<strong>la</strong> estaba plenamente convencida <strong>de</strong> que había hecho lo<br />

correcto. Ahora permanecía sentada en estilo formal, los hombros<br />

ligeramente inclinados a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte y <strong>la</strong>s manos colocadas<br />

una sobre <strong>la</strong> otra en sus rodil<strong>la</strong>s, en una actitud remilgada. Su<br />

cuerpo daba <strong>la</strong> impresión <strong>de</strong> que era pequeño y encogido. Habría<br />

sido difícil creer que había tenido varios hijos, que los había<br />

enterrado a todos excepto uno y que había perseverado a<br />

través <strong>de</strong> innumerables dificulta<strong>de</strong>s para convertir en un guerrero<br />

al último superviviente.<br />

Los ojos le bril<strong>la</strong>ban, como si todos los dioses y bodisatvas<br />

<strong>de</strong>l cosmos se hubieran reunido en su persona para ser testigos<br />

<strong>de</strong>l combate.<br />

En el instante en que Musashi <strong>de</strong>senvainó, Gonnosuke sintió<br />

un escalofrío en todo su cuerpo. Percibía instintivamente<br />

que su <strong>de</strong>stino, expuesto a <strong>la</strong> espada <strong>de</strong> Musashi, ya había sido<br />

<strong>de</strong>cidido, pues en aquel momento veía ante él a un hombre al<br />

que no había visto antes. Dos días atrás observó a Musashi en<br />

un estado <strong>de</strong> ánimo fluido y flexible, que podría compararse<br />

con <strong>la</strong>s líneas suaves y fluidas <strong>de</strong> <strong>la</strong> caligrafía en el estilo cursivo.<br />

No estaba preparado para enfrentarse a un hombre distinto,<br />

<strong>la</strong> encarnación <strong>de</strong> <strong>la</strong> austeridad, como un carácter <strong>de</strong> escritura<br />

cuadrado, inmacu<strong>la</strong>damente escrito con cada línea y punto<br />

en su sitio.<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> que había juzgado mal a su adversario,<br />

se vio incapaz <strong>de</strong> <strong>la</strong>nzarse a un ataque violento, como había<br />

hecho antes. Su bastón permaneció situado pero impotente<br />

por encima <strong>de</strong> su cabeza.<br />

Mientras los dos hombres se enfrentaban en silencio, los<br />

restos <strong>de</strong> <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> matinal se disiparon. Un pájaro voló con<br />

indolencia entre ellos y <strong>la</strong>s nebulosas montañas a lo lejos. Entonces,<br />

<strong>de</strong> improviso, un grito hendió el aire, como si el pájaro<br />

se hubiera <strong>de</strong>splomado al suelo. Era imposible saber si el sonido<br />

procedía <strong>de</strong> <strong>la</strong> espada o <strong>de</strong>l bastón. Era irreal, como<br />

el ap<strong>la</strong>uso con una so<strong>la</strong> mano <strong>de</strong>l que hab<strong>la</strong>n los seguidores<br />

<strong>de</strong>l zen.<br />

Simultáneamente, los cuerpos <strong>de</strong> los dos luchadores, moviéndose<br />

en perfecta coordinación con sus armas, cambiaron<br />

<strong>de</strong> posición. <strong>El</strong> cambio tardó menos tiempo <strong>de</strong>l que tarda una<br />

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