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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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muchos. Eso es cierto, pero formaba parte <strong>de</strong> su diabólico ardid<br />

para promocionar su nombre. Sabía muy bien que, como le<br />

superaban en número, el público simpatizaría con él. Y cuando<br />

examinamos <strong>la</strong> lucha en sí, puedo <strong>de</strong>ciros, porque <strong>la</strong> observé<br />

personalmente, que fue poco más que un juego <strong>de</strong> niños. Musashi<br />

logró sobrevivir durante algún tiempo gracias a sus mañas,<br />

y luego, cuando se le presentó <strong>la</strong> oportunidad <strong>de</strong> huir, así<br />

lo hizo. Ah, <strong>de</strong>bo admitir que, hasta cierto punto, hizo una exhibición<br />

<strong>de</strong> fuerza bruta, pero eso no le convierte en un experto<br />

espadachín. No, en modo alguno. <strong>El</strong> mayor mérito que tiene<br />

Musashi para lograr <strong>la</strong> fama es su capacidad <strong>de</strong> correr con mucha<br />

rapi<strong>de</strong>z. En escaparse velozmente no tiene rival.<br />

Ahora <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras brotaban impetuosas <strong>de</strong> <strong>la</strong> boca <strong>de</strong> Kojiró<br />

como por encima <strong>de</strong> un dique.<br />

—La gente ordinaria cree que a un solo espadachín le es<br />

difícil luchar contra un gran número <strong>de</strong> adversarios, pero diez<br />

hombres no son necesariamente diez veces más fuertes que un<br />

solo hombre. Para el experto, los números no son siempre importantes.<br />

Entonces Kojiró hizo una crítica profesional <strong>de</strong>l combate.<br />

Era fácil menospreciar <strong>la</strong> hazaña <strong>de</strong> Musashi, pues, a pesar <strong>de</strong><br />

su valor, cualquier observador entendido habría enumerado<br />

<strong>de</strong>fectos en su actuación. Cuando llegó el momento <strong>de</strong> mencionar<br />

a Genjiró, Kojiró fue muy duro. Dijo que el asesinato <strong>de</strong>l<br />

muchacho era una atrocidad, una vio<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong> ética <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

esgrima y que no se podía tolerar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ningún punto <strong>de</strong> vista.<br />

—Y permitidme que os hable <strong>de</strong> los antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Musashi<br />

—añadió, indignado.<br />

Entonces les reveló que en los últimos días había encontrado<br />

a Osugi en el monte Hiei y <strong>la</strong> anciana le había contado <strong>la</strong><br />

<strong>la</strong>rga historia <strong>de</strong> <strong>la</strong> duplicidad <strong>de</strong> Musashi. Sin ahorrar <strong>de</strong>talles,<br />

repitió los agravios que había sufrido aquel<strong>la</strong> «dulce anciana».<br />

Kojiró terminó diciendo:<br />

—Me estremezco al pensar que hay personas que entonan<br />

a gritos <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>banzas a ese bribón. ¡Es terrible pensar en el<br />

efecto que esto tiene sobre <strong>la</strong> moral pública! Y ésa es <strong>la</strong> razón<br />

por <strong>la</strong> que he hab<strong>la</strong>do tanto. No tengo ninguna re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong><br />

casa <strong>de</strong> Yoshioka ni tampoco ningún agravio personal contra<br />

Musashi. Os he hab<strong>la</strong>do justa e imparcialmente, como hombre<br />

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