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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—Encen<strong>de</strong>ré una lámpara ahora mismo —se apresuró a<br />

<strong>de</strong>cir, levantándose y yendo a una pequeña habitación trasera.<br />

Cuando entró y tomó asiento, Osugi dirigió una fría mirada<br />

a <strong>la</strong> espalda <strong>de</strong> Otsü. Ésta <strong>de</strong>jó <strong>la</strong> lámpara al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> anciana<br />

e hizo una reverencia.<br />

—Debes <strong>de</strong> estar cansada —le dijo—. ¿Qué has hecho hoy?<br />

—Deberías saberlo sin necesidad <strong>de</strong> preguntar.<br />

—¿Te hago un masaje en <strong>la</strong>s piernas?<br />

—Mis piernas no están tan mal, pero tengo los hombros<br />

rígidos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace cuatro o cinco días, probablemente a causa<br />

<strong>de</strong> este tiempo. Si te parece, pue<strong>de</strong>s masajeármelos un poco.<br />

Mientras así hab<strong>la</strong>ba, se <strong>de</strong>cía para sus a<strong>de</strong>ntros que sólo<br />

tendría que aguantar a aquel<strong>la</strong> temible muchacha un poco más,<br />

hasta que encontrara a Matahachi y le obligara a reparar los<br />

males <strong>de</strong>l pasado.<br />

Otsü se arrodilló a su <strong>la</strong>do y empezó a masajearle los hombros.<br />

—Sí, los tienes rígidos <strong>de</strong> veras. Deben <strong>de</strong> dolerte al respirar.<br />

—A veces siento como si tuviera el pecho atascado, pero<br />

eso se me pasa en un instante. Nadie sabe lo que va a ocurrirle,<br />

pero no hay error posible acerca <strong>de</strong> una so<strong>la</strong> cosa. Lo único que<br />

he <strong>de</strong> hacer para ser yo misma es pensar en Musashi.<br />

—Estás equivocada con respecto a Musashi. No es un malvado.<br />

—Sí, sí, eso es cierto —dijo <strong>la</strong> anciana al tiempo que soltaba<br />

un ligero bufido—. Al fin y al cabo, es el hombre al que amas<br />

tanto que abandonaste a mi hijo por él. No <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>cirte cosas<br />

<strong>de</strong>sagradables acerca <strong>de</strong> Musashi.<br />

—¡Oh, no se trata <strong>de</strong> eso!<br />

—¿Ah, no? Quieres a Musashi más que a Matahachi, ¿no<br />

es cierto? ¿Por qué no lo admites?<br />

Otsü guardó silencio, y <strong>la</strong> anciana siguió diciendo:<br />

—Cuando encontremos a Matahachi, tendré una conversación<br />

con él y arreg<strong>la</strong>remos <strong>la</strong>s cosas como lo <strong>de</strong>seas. Pero supongo<br />

que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> eso irás corriendo al encuentro <strong>de</strong> Musashi<br />

y los dos nos difamaréis durante el resto <strong>de</strong> vuestras<br />

vidas.<br />

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