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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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tos años era impotente contra aquel <strong>de</strong>seo, y él volvía a hundirse<br />

al nivel <strong>de</strong> una bestia salvaje y sin inteligencia. Y contra<br />

semejante enemigo, amorfo y oculto, <strong>la</strong> espada era completamente<br />

inútil. Desconcertado, perplejo, consciente <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>rrota<br />

<strong>de</strong>vastadora que había sufrido, rogó para que <strong>la</strong>s aguas violentas<br />

pudieran hacerle volver a <strong>la</strong> senda <strong>de</strong> <strong>la</strong> disciplina.<br />

—Sensei! Sensei! —Los gritos <strong>de</strong> Jótaró se habían convertido<br />

en un <strong>la</strong>mento conmovedor—. ¡No <strong>de</strong>bes morir! ¡Por favor,<br />

no te mueras!<br />

También él había juntado <strong>la</strong>s manos ante el pecho y tenía el<br />

rostro contorsionado, como si también soportara el peso <strong>de</strong>l<br />

agua, el escozor, el dolor, el frío.<br />

Miró al otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l río y <strong>de</strong> repente sintió que le abandonaban<br />

<strong>la</strong>s fuerzas.<br />

No podía enten<strong>de</strong>r lo que estaba haciendo Musashi, el cual<br />

parecía <strong>de</strong>cidido a permanecer bajo <strong>la</strong> cascada hasta que muriese,<br />

pero Otsü... ¿dón<strong>de</strong> estaba? Jótaró tuvo <strong>la</strong> seguridad <strong>de</strong><br />

que se había matado arrojándose al río.<br />

Entonces, por encima <strong>de</strong>l sonido <strong>de</strong>l agua, oyó <strong>la</strong> voz <strong>de</strong><br />

Musashi. Sus pa<strong>la</strong>bras no eran c<strong>la</strong>ras. <strong>El</strong> muchacho pensó que<br />

estaba recitando un sutra, pero entonces... tal vez se estaba haciendo<br />

a sí mismo airados reproches.<br />

La voz estaba llena <strong>de</strong> fuerza y vida. Los anchos hombros<br />

<strong>de</strong> Musashi y su cuerpo musculoso exudaban juventud y vigor,<br />

como si su alma hubiera sido limpiada y ahora estuviera preparada<br />

para iniciar una nueva vida.<br />

Jótaró empezó a sentir que el peligro había pasado. Mientras<br />

<strong>la</strong> luz <strong>de</strong>l sol poniente producía un arco iris por encima <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s cascadas, l<strong>la</strong>mó a Otsü y se atrevió a esperar que se hubiera<br />

apartado <strong>de</strong>l risco al pensar que Musashi no corría verda<strong>de</strong>ro<br />

peligro.<br />

«Si el<strong>la</strong> confía en que todo va bien, no tengo por qué preocuparme<br />

—pensó—. Le conoce mejor que yo, hasta el fondo <strong>de</strong><br />

su corazón.»<br />

<strong>El</strong> muchacho fue dando brincos hasta <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l río, buscó<br />

un lugar somero, va<strong>de</strong>ó <strong>la</strong> corriente y subió a <strong>la</strong> otra oril<strong>la</strong>. Al<br />

aproximarse en silencio, vio que Otsü estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> choza,<br />

acurrucada en el suelo y con el kimono y <strong>la</strong>s espadas <strong>de</strong><br />

Musashi apretados contra el pecho.<br />

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