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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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<strong>de</strong> Otsu, cuyo rostro estaba más pálido que <strong>la</strong> luna. La parafernalia<br />

<strong>de</strong> viaje en sus <strong>de</strong>lgados brazos y piernas parecía cruel y<br />

absurda. Pero cuando <strong>la</strong> luz incidió <strong>de</strong> pleno en el<strong>la</strong>, sus mejil<strong>la</strong>s<br />

adquirieron una tonalidad rosada.<br />

—¿Es cierto? —preguntó, ja<strong>de</strong>ante.<br />

—Sí, acabo <strong>de</strong> verle. —En un tono más apremiante, el<br />

hombre añadió—: Si os dais prisa, podréis alcanzarle, pero si<br />

perdéis tiempo...<br />

—¿Por dón<strong>de</strong>? —inquirió Jótaró, exasperado porque no<br />

sabía a qué carta quedarse entre un hombre lleno <strong>de</strong> agitación<br />

y una mujer enferma.<br />

<strong>El</strong> estado físico <strong>de</strong> Otsü no había mejorado lo más mínimo,<br />

pero una vez Jdtaró divulgó <strong>la</strong> noticia <strong>de</strong>l inminente combate<br />

que iba a librar Musashi, no hubo manera <strong>de</strong> retener<strong>la</strong> en <strong>la</strong><br />

cama, aunque ello pudiera prolongar su vida. Haciendo caso<br />

omiso <strong>de</strong> todos los ruegos, se recogió y ató el cabello, se puso<br />

sus sandalias <strong>de</strong> paja y cruzó casi tambaleándose el portal <strong>de</strong>l<br />

señor Karasumaru. Una vez resultó evi<strong>de</strong>nte <strong>la</strong> imposibilidad<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>tener<strong>la</strong>, el señor Karasumaru hizo cuanto pudo para ayudar<strong>la</strong>.<br />

Él mismo se puso al frente <strong>de</strong> <strong>la</strong> operación, y mientras <strong>la</strong><br />

muchacha avanzaba renqueando hacia el Ginkakuji, envió a<br />

sus hombres para que explorasen los diversos accesos a <strong>la</strong> al<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> Ichijoji. Los hombres caminaron hasta que les dolieron<br />

los pies, y estaban a punto <strong>de</strong> abandonar <strong>la</strong> búsqueda cuando<br />

dieron con su presa.<br />

<strong>El</strong> samurai señaló y Otsü empezó a subir resueltamente <strong>la</strong><br />

colina.<br />

Jótaró, temiendo que se <strong>de</strong>svaneciera, le preguntaba a cada<br />

paso si estaba bien y podía seguir a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte. <strong>El</strong><strong>la</strong> no le respondía.<br />

A <strong>de</strong>cir verdad, ni siquiera le oía. Su cuerpo enf<strong>la</strong>quecido<br />

sólo reaccionaba a <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> alcanzar a Musashi.<br />

Aunque tenía <strong>la</strong> boca seca, un sudor frío per<strong>la</strong>ba su pálida<br />

frente.<br />

—Éste <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser el camino —dijo Jótaro, confiando en<br />

alentar<strong>la</strong>—. Este camino va al monte Hiei. A partir <strong>de</strong> ahora el<br />

terreno es l<strong>la</strong>no. No hay que subir más. ¿Quieres <strong>de</strong>scansar un<br />

momento?<br />

<strong>El</strong><strong>la</strong> sacudió <strong>la</strong> cabeza sin <strong>de</strong>cir nada, aferrando con firmeza<br />

el palo que llevaban entre los dos y resol<strong>la</strong>ndo. Parecía como si<br />

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