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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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pies hasta que alguien acudía a rescatarle, en cuyo momento se<br />

producía un encuentro <strong>de</strong> espíritus en el límite en que <strong>la</strong> borrachera<br />

provoca una reacción comprensiva.<br />

—Te caerás —gritó Sumigiku, corriendo a sostenerle.<br />

—No seas tonta. ¡Pue<strong>de</strong> que <strong>la</strong>s piernas me f<strong>la</strong>queen un<br />

poco, pero tengo el espíritu firme!<br />

Parecía malhumorado.<br />

—Intenta caminar solo.<br />

La muchacha le soltó y él se <strong>de</strong>splomó <strong>de</strong> inmediato.<br />

—Supongo que estoy un poco cansado. Alguien tendrá que<br />

llevarme.<br />

Durante el recorrido hasta <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> ocupada por el señor<br />

Kangan, Shóyü, que parecía no enterarse <strong>de</strong> nada pero era perfectamente<br />

consciente <strong>de</strong> todo, se tambaleó, se <strong>de</strong>svió, tembló<br />

como jalea y, en general, mantuvo en vilo a sus acompañantes<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un extremo <strong>de</strong>l <strong>la</strong>rgo pasillo al otro.<br />

Estaba en juego que los «nobles insolentes y sosos», como<br />

él los l<strong>la</strong>maba, monopolizaran o no a Yoshino Dayü. Los gran<strong>de</strong>s<br />

merca<strong>de</strong>res, que eran tan sólo plebeyos ricos, no sentían<br />

temor ni admiración hacia los cortesanos <strong>de</strong>l emperador. Cierto<br />

que eran celosos <strong>de</strong>l rango hasta extremos pasmosos, pero eso<br />

contaba poco porque no tenían dinero. Si uno esparcía a su alre<strong>de</strong>dor<br />

suficiente oro para que estuvieran contentos, participaba<br />

en sus elegantes pasatiempos, no escatimaba <strong>la</strong> <strong>de</strong>ferencia<br />

hacia su categoría y les permitía mantener su orgullo, podía manipu<strong>la</strong>rlos<br />

como marionetas. Nadie sabía esto mejor que Shóyü.<br />

La luz danzó alegremente en <strong>la</strong> shoji <strong>de</strong> <strong>la</strong> antesa<strong>la</strong> <strong>de</strong>l señor<br />

Karasumaru mientras Shóyü trataba <strong>de</strong> abrir<strong>la</strong> con torpes<br />

movimientos.<br />

Bruscamente, abrieron <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>slizante <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exterior.<br />

—¡Vaya, pero si es Shóyü! —exc<strong>la</strong>mó Takuan Sóhó.<br />

Shóyü abrió unos ojos como p<strong>la</strong>tos, primero a causa <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

sorpresa y luego comp<strong>la</strong>cido.<br />

—Buen sacerdote —farfulló—. ¡Qué agradable sorpresa!<br />

¿Estás aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio?<br />

—Y tú, buen señor, ¿estás aquí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio? —le imitó<br />

Takuan. Ro<strong>de</strong>ó el cuello <strong>de</strong> Shóyü con un brazo y los dos<br />

hombres bebidos se abrazaron como una pareja <strong>de</strong> amantes,<br />

juntando <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s.<br />

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