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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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gón, pero ni siquiera pudo apartar <strong>la</strong>s ropas <strong>de</strong> cama. Tendiéndose<br />

<strong>de</strong> nuevo, a<strong>la</strong>rgó <strong>la</strong> mano y cogió <strong>la</strong> muñeca <strong>de</strong> su hermano.<br />

—¡Ten cuidado! —farfulló Denshichiró—. Harás que <strong>de</strong>rrame<br />

el sake. —Cogió <strong>la</strong> taza con <strong>la</strong> otra mano.<br />

—Con mucho gusto consentiré que te pongas al frente <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

escue<strong>la</strong>, Denshichiró, pero también tendrás que ocupar mi<br />

puesto como jefe <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa.<br />

—De acuerdo, si así lo <strong>de</strong>seas.<br />

—No <strong>de</strong>berías aceptar esa carga tan a <strong>la</strong> ligera. Sería mejor<br />

que lo pensaras un poco. Preferiría... cerrar <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> antes<br />

<strong>de</strong> que cometas los mismos errores que yo y <strong>de</strong>shonres todavía<br />

más el nombre <strong>de</strong> nuestro padre.<br />

—No seas ridículo. Yo no soy como tú.<br />

—¿Me prometes que rectificarás tu manera <strong>de</strong> actuar?<br />

—¡Espera un momento! Beberé si quiero..., si es a eso a lo<br />

que te refieres.<br />

—No me importa que bebas, siempre que no lo hagas en<br />

exceso. Al fin y al cabo, los errores que he cometido no han<br />

sido originados por el sake.<br />

—Ah, supongo que tu problema ha sido el <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres,<br />

pues siempre te han gustado más <strong>de</strong> <strong>la</strong> cuenta. Lo que <strong>de</strong>berías<br />

hacer cuando te repongas es casarte y sentar <strong>la</strong> cabeza.<br />

—No. Voy a abandonar <strong>la</strong> espada, pero no es hora <strong>de</strong> pensar<br />

en una esposa. No obstante, hay una persona por <strong>la</strong> que<br />

<strong>de</strong>bo hacer algo. Si puedo asegurarme <strong>de</strong> que es feliz, no pediré<br />

nada más. Me contentaré viviendo solo en una cabana con<br />

tejado <strong>de</strong> paja en medio <strong>de</strong>l bosque.<br />

—¿Quién es el<strong>la</strong>?<br />

—-No importa, eso no te incumbe. Como samurai, creo que<br />

<strong>de</strong>bería aguantar e intentar redimirme. Pero puedo tragarme<br />

mi orgullo. Encárgate <strong>de</strong> <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>.<br />

—Lo haré, te lo prometo. Y juro también que no pasará<br />

mucho tiempo antes <strong>de</strong> que <strong>de</strong>je limpio tu apellido. ¿Dón<strong>de</strong><br />

está ahora Musashi?<br />

—¿Musashi? —repitió Seijüró en voz sofocada—. ¡No<br />

pienses en enfrentarte a él! Acabo <strong>de</strong> advertirte que no cometas<br />

los mismos errores que yo.<br />

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