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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—A <strong>la</strong> al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Hananoki y luego al pino <strong>de</strong> ancha copa <strong>de</strong><br />

Ichijoji, don<strong>de</strong> has <strong>de</strong>cidido morir.<br />

—¿A qué distancia está?<br />

—Sólo a unas dos mil<strong>la</strong>s. Dispones <strong>de</strong> mucho tiempo.<br />

—Gracias, luego nos veremos —dijo Musashi jovialmente,<br />

mientras se volvía y echaba a andar por un sen<strong>de</strong>ro <strong>la</strong>teral.<br />

—¡Ése no es el camino!<br />

Musashi asintió.<br />

—Te digo que sigues un camino equivocado.<br />

—Lo sé.<br />

Musashi bajó <strong>la</strong> cuesta. Más allá <strong>de</strong> los árboles a cada <strong>la</strong>do<br />

<strong>de</strong>l camino se extendían <strong>la</strong>s terrazas <strong>de</strong> arrozales, y a lo lejos se<br />

alzaban algunas granjas con tejado <strong>de</strong> paja. Kojiró vio que Musashi<br />

se <strong>de</strong>tenía, miraba <strong>la</strong> luna y permanecía inmóvil un momento.<br />

Se echó a reír al compren<strong>de</strong>r que Musashi estaba orinando.<br />

También él contempló <strong>la</strong> luna y pensó que antes <strong>de</strong> que<br />

se hubiera puesto, numerosos hombres estarían muertos o moribundos.<br />

Musashi no regresaba. Kojiró se sentó en <strong>la</strong> raíz <strong>de</strong> un árbol<br />

y pensó en <strong>la</strong> lucha inminente con un sentimiento próximo al<br />

júbilo. «A juzgar por <strong>la</strong> serenidad <strong>de</strong> Musashi, ya está resignado<br />

a morir. De todos modos, opondrá una resistencia terrible.<br />

Cuantos más <strong>de</strong>rribe, tanto más divertido será contemp<strong>la</strong>rlo.<br />

Ah, pero los Yoshioka tienen armas vo<strong>la</strong>doras. Si le alcanza<br />

una <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s, el espectáculo finalizará en el acto, y eso lo echaría<br />

todo a per<strong>de</strong>r. Creo que será mejor que le advierta.»<br />

Ahora había una ligera nieb<strong>la</strong> y el aire tenía <strong>la</strong> frialdad que<br />

prece<strong>de</strong> al amanecer. Kojiró se puso en pie y dijo:<br />

—¿Qué te retiene tanto tiempo, Musashi?<br />

La sensación <strong>de</strong> que había algo fuera <strong>de</strong> lugar le hizo sentirse<br />

inquieto. Bajó rápidamente <strong>la</strong> cuesta y l<strong>la</strong>mó <strong>de</strong> nuevo. <strong>El</strong><br />

único sonido era el que producía una noria al girar.<br />

—¡Ese estúpido bastardo!<br />

Regresó corriendo al camino principal y miró en todas <strong>la</strong>s<br />

direcciones, pero sólo vio los tejados <strong>de</strong>l templo, los bosques<br />

<strong>de</strong> Shirakawa en <strong>la</strong>s <strong>la</strong><strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Higashiyama y <strong>la</strong> luna. Llegó a<br />

<strong>la</strong> conclusión <strong>de</strong> que Musashi había huido y se recriminó por<br />

no haber comprendido <strong>la</strong>s intenciones <strong>de</strong>l rónin <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su<br />

serenidad. Entonces se dirigió a toda prisa al Ichijoji.<br />

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