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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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10 <strong>El</strong> aroma<br />

<strong>de</strong>l áloe<br />

Las luces en <strong>la</strong>s ventanas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s casas <strong>de</strong> p<strong>la</strong>cer ardían bril<strong>la</strong>ntemente,<br />

pero aún era <strong>de</strong>masiado temprano y pocos clientes<br />

<strong>de</strong>ambu<strong>la</strong>ban por <strong>la</strong>s tres callejue<strong>la</strong>s principales <strong>de</strong>l distrito.<br />

En <strong>la</strong> Ógiya, uno <strong>de</strong> los sirvientes más jóvenes miró casualmente<br />

hacia <strong>la</strong> entrada. Había algo extraño en los ojos que<br />

miraban a través <strong>de</strong> una rendija en <strong>la</strong> cortina, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

cual eran visibles unos pies calzados con sucias sandalias <strong>de</strong><br />

paja y <strong>la</strong> punta <strong>de</strong> una espada <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. <strong>El</strong> joven se sobresaltó<br />

un poco, pero antes <strong>de</strong> que pudiera abrir <strong>la</strong> boca, Jótaró<br />

entró y le dijo lo que le había llevado allí.<br />

—Miyamoto Musashi está en esta casa, ¿no es cierto? Es mi<br />

maestro. ¿Me harás el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que Jotaró está aquí?<br />

Podrías pedirle que salga.<br />

La severidad <strong>de</strong>l ceño fruncido sustituyó a <strong>la</strong> expresión <strong>de</strong><br />

sorpresa <strong>de</strong>l sirviente.<br />

—¿Quién eres, pequeño mendigo? —le preguntó en tono<br />

áspero—. Aquí no hay nadie que responda a ese nombre. ¿Qué<br />

significa eso <strong>de</strong> asomar aquí tu sucia cara precisamente cuando<br />

está a punto <strong>de</strong> empezar el negocio? ¡Fuera! —Agarrando a<br />

Jotaró por el cuello <strong>de</strong>l kimono, le dio un fuerte empujón.<br />

Encolerizado como un pez globo hinchado, Jótaró gritó:<br />

—¡Basta! He venido aquí para ver a mi maestro.<br />

—No me importa por qué estás aquí, pequeño bribón. Ese<br />

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