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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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nía dinero? ¿Corno puedo seguir a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte con el negocio si cometéis<br />

esa c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> estupi<strong>de</strong>ces?<br />

—Lo siento, señor. Parecía <strong>de</strong>cente.<br />

—Bueno, ahora es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Será mejor que veáis<br />

si falta algo en <strong>la</strong>s habitaciones <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más huéspe<strong>de</strong>s. ¡Ah,<br />

qué hatajo <strong>de</strong> zopencos!<br />

<strong>El</strong> encolerizado posa<strong>de</strong>ro se encaminó a <strong>la</strong> parte <strong>de</strong><strong>la</strong>ntera<br />

<strong>de</strong>l edificio.<br />

Osugi y Matahachi tomaron un poco más <strong>de</strong> sake, y entonces<br />

<strong>la</strong> anciana se sirvió té y aconsejó a su hijo que <strong>la</strong> imitara.<br />

—Terminaré lo que queda —replicó él, sirviéndose otra<br />

taza—. No quiero comer nada.<br />

—No es conveniente que estés con el estómago vacío. Por<br />

lo menos toma arroz y unos encurtidos.<br />

Empleados y criados corrían <strong>de</strong> un <strong>la</strong>do a otro por el jardín<br />

y los pasadizos, y los faroles que sostenían iluminaban <strong>la</strong> noche<br />

con sus luces osci<strong>la</strong>ntes.<br />

—Parece ser que no <strong>la</strong> han capturado —dijo Osugi—. No<br />

quiero verme implicada en esto, y por eso no he dicho nada<br />

<strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong>l posa<strong>de</strong>ro, pero ¿no crees que <strong>la</strong> joven a <strong>la</strong> que buscan<br />

es <strong>la</strong> misma con <strong>la</strong> que has hab<strong>la</strong>do antes?<br />

—No me sorpren<strong>de</strong>ría.<br />

—Mira, no pue<strong>de</strong>s esperar gran cosa <strong>de</strong> una persona con<br />

una madre como <strong>la</strong> suya. ¿Por qué te has mostrado tan amistoso<br />

con el<strong>la</strong>?<br />

—Me da bastante lástima. Ha tenido una vida muy difícil.<br />

—Bien, ten cuidado y no hagas saber que <strong>la</strong> conoces. Si el<br />

posa<strong>de</strong>ro cree que tiene alguna re<strong>la</strong>ción con nosotros, nos pedirá<br />

que paguemos su cuenta.<br />

Los pensamientos <strong>de</strong> Matahachi estaban en otra parte. Llevándose<br />

<strong>la</strong>s manos a <strong>la</strong> nuca, se tendió boca arriba y rezongó:<br />

—¡Podría matar a esa puta! Estoy viendo su cara... No es<br />

Musashi el único que me extravió. ¡Fue Okó!<br />

—¡No seas estúpido! —le reprendió Osugi—. Supon que<br />

matamos a Oko. ¿En qué beneficiaría eso a nuestra reputación?<br />

Nadie en el pueblo <strong>la</strong> conoce y a nadie le importa.<br />

A <strong>la</strong>s dos <strong>de</strong> <strong>la</strong> madrugada el posa<strong>de</strong>ro pasó por <strong>la</strong> terraza<br />

con un farol y anunció <strong>la</strong> hora. Matahachi se estiró y le preguntó:<br />

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