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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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tonces preguntó en tono muy áspero—: ¿Eres Miyamoto<br />

Musashi?<br />

No había el menor asomo <strong>de</strong> cortesía en sus pa<strong>la</strong>bras. Musashi<br />

replicó fríamente, sin inclinar <strong>la</strong> cabeza.<br />

Otro sacerdote salió <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l primero y <strong>de</strong>c<strong>la</strong>mó, como<br />

si estuviera leyendo un texto:<br />

—Voy a transmitirte <strong>la</strong> <strong>de</strong>cisión tomada por el tribunal <strong>de</strong>l<br />

Enryakuji. Reza así: <strong>El</strong> monte Hiei es un recinto puro y sagrado<br />

que no <strong>de</strong>be ser usado como refugio por quienes abrigan<br />

enemista<strong>de</strong>s y agravios. Tampoco pue<strong>de</strong> ofrecerse como asilo<br />

a hombres infames que han intervenido en conflictos <strong>de</strong>shonrosos.<br />

<strong>El</strong> Mudoji ha recibido instrucciones para que seas expulsado<br />

cuanto antes <strong>de</strong> <strong>la</strong> montaña. Si <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ces, serás castigado<br />

estrictamente <strong>de</strong> acuerdo con <strong>la</strong>s leyes <strong>de</strong>l monasterio.<br />

—Haré lo que el monasterio me diga —replicó Musashi sin<br />

acritud—. Pero como ya ha quedado bastante atrás el mediodía<br />

y no he hecho ningún preparativo, quisiera pediros que me<br />

permitáis quedarme hasta mañana por <strong>la</strong> mañana. A<strong>de</strong>más,<br />

<strong>de</strong>searía saber si esta <strong>de</strong>cisión proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s autorida<strong>de</strong>s civiles<br />

o <strong>de</strong> los sacerdotes. <strong>El</strong> Mudoji informó <strong>de</strong> mi llegada y me<br />

dijeron que no había objeción alguna a mi estancia. No comprendo<br />

el motivo <strong>de</strong> un cambio tan súbito.<br />

—Si <strong>de</strong> veras quieres saberlo, te lo diré —replicó el primer<br />

sacerdote—. Al principio nos alegramos <strong>de</strong> ofrecerte nuestra<br />

hospitalidad porque luchaste solo contra un gran número <strong>de</strong><br />

hombres. Sin embargo, más tar<strong>de</strong> recibimos malos informes<br />

acerca <strong>de</strong> ti, los cuales nos obligaron a reconsi<strong>de</strong>rar <strong>la</strong>s cosas.<br />

Decidimos que no podíamos permitirnos seguir dándote refugio.<br />

«¿Malos informes?», pensó Musashi, resentido. Debía haber<br />

esperado tal cosa. No hacía falta mucha imaginación para<br />

suponer que <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> Yoshioka le vilipendiaría en todo Kyoto,<br />

pero comprendió que intentar <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse sería inútil.<br />

—Muy bien —dijo fríamente—. Me marcharé mañana por<br />

<strong>la</strong> mañana sin falta.<br />

Cuando cruzó el portal <strong>de</strong>l templo, los sacerdotes empezaron<br />

a insultarle.<br />

—¡Mirad al perverso <strong>de</strong>sgraciado!<br />

—¡Es un monstruo!<br />

—¿Monstruo? ¡Un mentecato, eso es lo que es!<br />

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