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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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ñeca. Su actitud había cambiado por completo y, ahora jovial y<br />

risueña, se volvió a su hijo—. Me avergüenza admitirlo, pero al<br />

ver a este joven creí notar el olor <strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre. ¡Cómo me he<br />

asustado! Se me ha puesto <strong>la</strong> piel <strong>de</strong> gallina. Ahora veo lo necia<br />

que he sido.<br />

La penetración <strong>de</strong> <strong>la</strong> anciana asombró a Musashi. Le había<br />

ca<strong>la</strong>do y, sin proponérselo, había expresado con toda franqueza<br />

<strong>la</strong> impresión que le causaba. Para los <strong>de</strong>licados sentidos <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> mujer <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber sido realmente una aparición aterradora<br />

y sanguinaria.<br />

También Koetsu <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haberse fijado en su mirada ardiente<br />

y penetrante, su amenazante cabellera, aquel aire <strong>de</strong><br />

malhumor y peligrosidad que reve<strong>la</strong>ba su disposición a atacar<br />

en cuanto le provocaran. No obstante, Koetsu parecía inclinado<br />

a i<strong>de</strong>ntificar sus aspectos positivos.<br />

—Si no tienes prisa, quédate y <strong>de</strong>scansa un rato —le dijo—.<br />

Aquí hay mucha tranquilidad. Me basta con sentarme y permanecer<br />

silencioso en este paraje para sentirme limpio y fresco.<br />

—Puedo recoger algunas verduras más y hacerte un buen<br />

potaje —dijo <strong>la</strong> monja—, y un poco <strong>de</strong> té. ¿O no te gusta el té?<br />

En compañía <strong>de</strong> madre e hijo, Musashi se sintió en paz con<br />

el mundo. Enfundó su espíritu belicoso, como un gato que retrae<br />

<strong>la</strong>s uñas. En aquel<strong>la</strong> agradable atmósfera, resultaba difícil<br />

creer que estaba entre unos perfectos <strong>de</strong>sconocidos. Antes <strong>de</strong><br />

que se diera cuenta, se había quitado <strong>la</strong>s sandalias <strong>de</strong> paja y<br />

sentado sobre <strong>la</strong> estera.<br />

Se tomó <strong>la</strong> libertad <strong>de</strong> formu<strong>la</strong>r algunas preguntas, y así se<br />

enteró <strong>de</strong> que <strong>la</strong> madre, cuyo nombre religioso era Myóshü,<br />

había sido una buena y fiel esposa antes <strong>de</strong> hacerse monja, y<br />

que su hijo era en verdad el célebre esteta y artesano. Entre los<br />

espadachines, no había uno solo merecedor <strong>de</strong>l pan que comía<br />

que <strong>de</strong>sconociera el apellido Hon'ami, tal era <strong>la</strong> reputación <strong>de</strong><br />

excelentes jueces <strong>de</strong> espadas que tenía <strong>la</strong> familia.<br />

A Musashi le resultó difícil asociar a Koetsu y su madre con<br />

<strong>la</strong> imagen que se había formado <strong>de</strong> cómo eran tales personas<br />

famosas. Para él no eran más que personas ordinarias con <strong>la</strong>s<br />

que se había encontrado en un campo <strong>de</strong>sierto. Y así <strong>de</strong>seaba<br />

que fuese, pues <strong>de</strong> lo contrario podría ponerse tenso y estropearles<br />

<strong>la</strong> excursión campestre.<br />

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