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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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—¡Basta, madre!<br />

La virulencia <strong>de</strong> su tono ofendió a <strong>la</strong> anciana.<br />

—¡Tienes el <strong>de</strong>scaro <strong>de</strong> gritarme!<br />

—Dime una so<strong>la</strong> cosa. ¿La mujer con <strong>la</strong> que me case ha <strong>de</strong><br />

ser mi esposa o <strong>la</strong> tuya?<br />

—¡Qué tonterías dices!<br />

—¿Por qué no puedo elegir yo mismo?<br />

—Vamos, vamos, siempre dices cosas tan impetuosas.<br />

¿Qué edad crees que tienes? Ya no eres ningún chiquillo, ¿o lo<br />

has olvidado?<br />

—Pero... bien, aunque seas mi madre, me estás pidiendo<br />

<strong>de</strong>masiado, y eso no es justo.<br />

Sus <strong>de</strong>sacuerdos solían ser así, empezaban con un violento<br />

choque <strong>de</strong> emociones, un pulso imp<strong>la</strong>cable entre dos antagonistas.<br />

La comprensión mutua quedaba arruinada antes <strong>de</strong> que<br />

hubiera tenido ocasión <strong>de</strong> crecer.<br />

—¿No es justo? —dijo Osugi entre dientes—. ¿De quién<br />

crees que eres hijo? ¿De qué vientre crees que saliste?<br />

—Hab<strong>la</strong>r así no tiene ningún sentido. ¡Quiero casarme con<br />

Otsü! ¡<strong>El</strong><strong>la</strong> es <strong>la</strong> única mujer a <strong>la</strong> que amo! —Incapaz <strong>de</strong> soportar<br />

<strong>la</strong> hosca expresión <strong>de</strong> su madre, dirigió sus pa<strong>la</strong>bras al cielo.<br />

—¿Dices eso en serio, hijo mío? —Osugi <strong>de</strong>senvainó su espada<br />

corta y dirigió <strong>la</strong> hoja a su garganta.<br />

—¿Qué estás haciendo, madre?<br />

—Ya es suficiente para mí. ¡No intentes impedírmelo! Sólo<br />

te pido que tengas <strong>la</strong> <strong>de</strong>cencia <strong>de</strong> asestarme el golpe final.<br />

—¡No me hagas esto! ¡Soy tu hijo! ¡No puedo cruzarme <strong>de</strong><br />

brazos y permitir que hagas semejante cosa!<br />

—De acuerdo. ¿Abandonarás a Otsü... ahora mismo?<br />

—Si es eso lo que querías que hiciera, ¿para qué <strong>la</strong> has traído<br />

aquí? ¿Por qué me torturas haciéndo<strong>la</strong> <strong>de</strong>sfi<strong>la</strong>r ante mis<br />

ojos? No te comprendo.<br />

—Verás, me sería bastante fácil matar<strong>la</strong>, pero tú eres el<br />

ofendido. Como madre, pensé que <strong>de</strong>bería <strong>de</strong>jar que fueras tú<br />

quien <strong>la</strong> castigara. Me pareció que <strong>de</strong>berías estarme agra<strong>de</strong>cido<br />

por ello.<br />

—¿Esperas <strong>de</strong> mí que mate a Otsü?<br />

—¿No quieres hacerlo? ¡Si no quieres, dilo! ¡Pero <strong>de</strong>cí<strong>de</strong>te!<br />

—Pero..., pero, madre...<br />

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