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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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experimentó <strong>de</strong> nuevo <strong>la</strong> emoción que le produjo. Ahora, inexplicablemente,<br />

el cuenco <strong>de</strong> té le afectaba <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma manera<br />

po<strong>de</strong>rosa. Por un momento se preguntó si su emoción habría<br />

sido visible.<br />

Cogió el cuenco cuidadosamente y se lo puso sobre una rodil<strong>la</strong>.<br />

Los ojos le bril<strong>la</strong>ban mientras lo examinaba, sentía una<br />

excitación como jamás había experimentado hasta entonces.<br />

Estudió <strong>la</strong> parte inferior <strong>de</strong> <strong>la</strong> vasija y los trazos <strong>de</strong> <strong>la</strong> espátu<strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>l alfarero, y se dio cuenta <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s líneas tenían <strong>la</strong> misma<br />

precisión que el corte en el tallo <strong>de</strong> <strong>la</strong> peonía <strong>de</strong> Sekishüsai.<br />

También aquel cuenco sin pretensiones era obra <strong>de</strong> un genio, y<br />

reve<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong>l espíritu, <strong>la</strong> intuición <strong>de</strong>l misterio.<br />

Apenas podía respirar. No sabía por qué, pero percibía <strong>la</strong><br />

fuerza <strong>de</strong>l maestro artesano. Esa sensación le llegaba en silencio<br />

pero inequívocamente, pues era mucho más sensible a <strong>la</strong><br />

fuerza <strong>la</strong>tente que residía en aquel objeto <strong>de</strong> lo que habría sido<br />

<strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong> gente. Frotó el cuenco, reacio a per<strong>de</strong>r el contacto<br />

físico con él.<br />

—No sé, Koetsu, más sobre los utensilios <strong>de</strong> lo que sé acerca<br />

<strong>de</strong>l té, pero diría que esta vasija ha sido hecha por un alfarero<br />

muy hábil.<br />

—¿Por qué lo dices?<br />

Las pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l artista eran tan amables como <strong>la</strong> expresión<br />

<strong>de</strong> su rostro, cuyos ojos traslucían simpatía y armonizaban con<br />

<strong>la</strong> boca bien formada. Las comisuras <strong>de</strong> los ojos se inclinaron<br />

levemente hacia abajo, dándole un aire <strong>de</strong> gravedad, pero <strong>la</strong>s<br />

arrugas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los bor<strong>de</strong>s eran burlonas.<br />

—No sé cómo explicarlo, pero lo he sentido.<br />

—Dime exactamente lo que sientes.<br />

Musashi se quedó un momento pensativo y dijo:<br />

—Bueno, no puedo expresarlo con c<strong>la</strong>ridad, pero hay algo<br />

sobrehumano en este corte en <strong>la</strong> arcil<strong>la</strong> tan bien marcado...<br />

—Humm... —Koetsu tenía <strong>la</strong> actitud <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro artista.<br />

Ni por un momento había supuesto que los <strong>de</strong>más supieran<br />

mucho <strong>de</strong> su propio arte, y estaba razonablemente seguro <strong>de</strong><br />

que Musashi no era una excepción. Apretó los <strong>la</strong>bios—. ¿Qué<br />

tiene el corte, Musashi?<br />

—Es limpio en extremo.<br />

—¿Es eso todo?<br />

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