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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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tiguos, que, según se dice, se inclinaban tres veces ante el Buda<br />

antes <strong>de</strong> coger los cinceles para tal<strong>la</strong>r una imagen. La estatua<br />

<strong>de</strong> Kannon que él estaba tal<strong>la</strong>ndo sería como una plegaria por<br />

<strong>la</strong> felicidad <strong>de</strong> Genjiró en <strong>la</strong> próxima vida y, en cierto sentido,<br />

una humil<strong>de</strong> disculpa para su propia alma.<br />

«Supongo que esto servirá», musitó finalmente. Cuando se<br />

erguía y examinaba <strong>la</strong> estatuil<strong>la</strong>, sonó <strong>la</strong> campana <strong>de</strong> <strong>la</strong> pagoda<br />

en el este, indicando <strong>la</strong> segunda guardia <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche, que comenzaba<br />

a <strong>la</strong>s diez. Pensó que se estaba haciendo tar<strong>de</strong> y salió<br />

para presentar sus respetos al sacerdote jefe y pedirle que custodiara<br />

<strong>la</strong> imagen. La tal<strong>la</strong> era tosca, pero Musashi había puesto<br />

su alma en el<strong>la</strong>, vertiendo lágrimas <strong>de</strong> arrepentimiento<br />

mientras rogaba por el espíritu <strong>de</strong>l muchacho muerto.<br />

Apenas había salido <strong>de</strong> <strong>la</strong> habitación cuando entró Seinen<br />

para barrer el suelo. Luego tendió el jergón <strong>de</strong> Musashi y, con<br />

<strong>la</strong> escoba al hombro, regresó <strong>de</strong>spacio a <strong>la</strong> cocina. Sin que Musashi<br />

lo supiera, mientras aún estaba tal<strong>la</strong>ndo, una figura felina<br />

había entrado sigilosamente en el Mudoji, a través <strong>de</strong> unas<br />

puertas que nunca se cerraban, y subido a <strong>la</strong> terraza. Después<br />

<strong>de</strong> que Seinen se ausentara, <strong>la</strong> shoji que daba a <strong>la</strong> terraza se<br />

abrió sin el menor sonido y se cerró con el mismo silencio.<br />

Musashi regresó con sus regalos <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, un somb<br />

<strong>de</strong> juncos y unas sandalias <strong>de</strong> paja. Dejándo<strong>la</strong>s al <strong>la</strong>do d<br />

almohada, apagó <strong>la</strong> lámpara y se acostó. Las puertas exteri<br />

estaban abiertas y una brisa sop<strong>la</strong>ba suavemente a través <strong>de</strong> los<br />

corredores. Había <strong>la</strong> suficiente luz lunar para dar al b<strong>la</strong>nco papel<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> shoji una tonalidad gris mate. Las sombras <strong>de</strong> los árboles<br />

osci<strong>la</strong>ban levemente, como o<strong>la</strong>s en un mar en calma.<br />

Musashi emitía tenues ronquidos y respiraba más <strong>de</strong>spacio<br />

a medida que se sumía en el sueño. <strong>El</strong> bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> un pequeño<br />

biombo en el rincón se movió a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte sin hacer ruido, y una<br />

oscura figura avanzó sigilosamente a gatas. Los ronquidos cesaron,<br />

y <strong>la</strong> negra forma se apresuró a ten<strong>de</strong>rse en el suelo. Entonces,<br />

cuando <strong>la</strong> respiración se estabilizaba, el intruso avanzó<br />

poco a poco, paciente, cautamente, coordinando sus movimientos<br />

con <strong>la</strong> respiración rítmica.<br />

De súbito, <strong>la</strong> sombra se alzó como una nube <strong>de</strong> seda negra y<br />

se abatió sobre Musashi, gritando:<br />

—¡Ahora te enseñaré!<br />

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