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Eiji Yoshikawa MUSASHI 3. El Camino de la Espada

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cuando el anciano <strong>la</strong> vio se sintió lleno <strong>de</strong> pasión. La virtud que<br />

tan arduamente había acumu<strong>la</strong>do en el transcurso <strong>de</strong> los años<br />

le abandonó. Estaba sumido en <strong>la</strong> casa ardiente <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo y...<br />

»Bueno, ¿cómo seguía? Parece que me he olvidado <strong>de</strong> una<br />

parte. ¡Ah!<br />

»... y regresó a su cabana <strong>de</strong> palos y oró ante <strong>la</strong> imagen <strong>de</strong>l<br />

Buda, pero <strong>la</strong> visión <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer persistía. Aunque invocó el<br />

nombre <strong>de</strong>l Buda, su propia voz sonaba como el aliento <strong>de</strong>l<br />

engaño. En <strong>la</strong>s nubes que se cernían sobre <strong>la</strong> montaña en el<br />

crepúsculo le parecía ver <strong>la</strong>s peinetas en su cabello, y eso le<br />

entristecía. Cuando alzaba los ojos a <strong>la</strong> luna solitaria, el rostro<br />

<strong>de</strong>l astro le sonreía. Estaba perplejo y avergonzado.<br />

«Temiendo que tales pensamientos le impidieran ir al paraíso<br />

cuando muriese, resolvió conocer a <strong>la</strong> damise<strong>la</strong> y reve<strong>la</strong>rle<br />

sus sentimientos. De esta manera confiaba en morir apaciblemente.<br />

Así pues, fue al pa<strong>la</strong>cio imperial y, apoyando con<br />

firmeza su cayado en el suelo, aguardó en el patio don<strong>de</strong> los<br />

cortesanos jugaban a pelota todo un día y una noche...»<br />

—¡Perdón, señor! ¡En, el <strong>de</strong> <strong>la</strong> vaca!<br />

<strong>El</strong> hombre que se había dirigido a Musashi parecía un jornalero<br />

como los que se encontraban en el distrito <strong>de</strong> los mayoristas.<br />

Se puso <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> vaca, le dio unas palmadas en el<br />

hocico y miró al jinete por encima <strong>de</strong> su cabeza.<br />

—Debes venir <strong>de</strong>l Mudoji —le dijo.<br />

—Así es, en efecto. ¿Cómo lo has sabido?<br />

—Presté esta vaca a un merca<strong>de</strong>r y supongo que <strong>de</strong>be <strong>de</strong><br />

haber<strong>la</strong> abandonado. Se <strong>la</strong> alquilé, por lo que <strong>de</strong>bo pedirte que<br />

me pagues por usar<strong>la</strong>.<br />

—Te pagaré con mucho gusto, pero dime, ¿hasta dón<strong>de</strong> me<br />

<strong>de</strong>jarías llevar<strong>la</strong>?<br />

—Mientras me pagues, pue<strong>de</strong>s llevar<strong>la</strong> a cualquier parte.<br />

Lo único que has <strong>de</strong> hacer es entregar<strong>la</strong> a un mayorista en <strong>la</strong><br />

pob<strong>la</strong>ción más cercana a tu <strong>de</strong>stino. Entonces alguien volverá a<br />

alqui<strong>la</strong>r<strong>la</strong> y, más tar<strong>de</strong> o más temprano, volverá aquí.<br />

—¿Cuánto me costaría llevar<strong>la</strong> a Edo?<br />

—Tendré que preguntarlo en el establo. En cualquier caso,<br />

ahora vas en esa dirección. Si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s alqui<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, tendrás que<br />

<strong>de</strong>jar tu nombre en el <strong>de</strong>spacho.<br />

Tras hacer el trámite para alqui<strong>la</strong>r <strong>la</strong> vaca, <strong>de</strong>sayunó sin<br />

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