XXVI Congreso Internacional de Americanistas

E n la s ciudades de colGni zación de la época g rIega o romana la subdivis
ión d e la tierra en partes reg ulares es la base de su formación.
Como se trataba ele dar a cada uno por igual, la distribución cuadrang
ular o reg ular era la m ás apropiada; y, luego d e trazados los lotes, eran
repartidos por suerte entre los primeros pobladores, después de haberse
separado los que co rre spondian a Iglesia, Cabildo y ,casas R ea le s.
Los portales fueron la nota tí pica de la Plaza Mayor. El mundo griego·brindaba
el portal sirviendo de cuadro al ágora, y en donde la población
se complacía en pasear al abrigo del sol y d e la intempe rie.
De construcción sencilla a l principio de funda rse la ciudad colonial.
iban ennobleciéndose y su arquitectura se hacia más sólida . 'A lo largo de
ellos, en los cajones, com o se llamaban la s tiendas que h acían frente en él,
se ubicaron los ol1cios distinguidos. En Lima fueron los escribanos los
que alli establecieron sus olicinas ; más tarde se permitió que se desarrollaran
otros ofI cios . pero eran como el de botoneros o sastres, cuyo arte
lo s ponía en primera categoría de ofIcios.
Eril la calle Heal la call e determinacla para el trálico princi pa l de acceso
a la Plaza Mayor. Todas las ciudades de funclación española tenían su
calle R eal, y a un a lgunas poblaciones del Perú conservan tal nombre en
su calle principa l. Para Lima, fué la ca lle Real la que alcanzaba el puente
sob re el Rimac, a la altura de Monserrate, y que ponia a la ciudad en
comunicación con los valles de la costa Norte; era el tránsito obligado de
l 0~ viajeros que de allí venían y allá se dirigían.
En esta calle estaban algunos edificios públicos de segunda importancia,
tal el Correo, por ej emplo, y algunos tam bos para los viajeros. En lo s
primeros años ele su fu ndación la ciudad española no desarrolló más que
en lo estrictamente indispens;lb'e a sus necesidades de gobierno. No hubo
m ayor interés en le vantar edificios o rea lizar obras públicas que no f uera
n sino las más útiles para el servicio de la ciudad y de sus habita ntes.
A pesar de la riqueza que ofrecia la tierra, y era la ciudad el punto de
c, ;ntilc to con la m etrópoli, ningún ciudadano acometió obra de gran importancia
en los primeros años.
E n las Memorias del virrey Toledo encontramos una expli cación de
ese espíritu, que se transformó luego, cuando se afirmó el gobierno y se
crearon vínculos familiares y económicos con la tierra conquistada. Dice
Toledo en su memorial que elevó al rey, al final de su gobierno, en 1582,
es decir, casi medio siglo después de la