XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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III
Para referirme, por vla ele ilustración. a algo que mejor conozco, diré
que la Historia mExicana presenta al mestizo con una influencia preponderante
en cuanto a personalidilcles, ,lllJl cuando la tendencia criollista,
imitativa y deslavada en un cosmopolitismo imitador, haya a veces inspirado
la polí tica.
La fi gura más recia de la "insl11'genci a {lié ~forelos, mestizo apena s
de sangre y mestizo típico ele espíritu, con preponderancia racial indígena ,
fué el primer mexicano director, ele tendencia instituciona,l, que en el
fragor ele la guerra de independencia se preocupó por dar sentido al movimiento
y que murió defendiendo la supr"emacía el poder civil sobre su
propio caudillaje. Benito Juárez, el gran reformador laico, el caudillo de
la guerra liberal contra "Religión y Fueros" , el hombre civil que cerró
el paso a la reacción contra la organización laicl, el que ahogó el sueño de
Imperio de Maximiiiano, era un mestizo mínim o, con preponderancia de
sangre indígena; pero con un típico mestizaje espiritual, hijo integral de
la cultura hispánica. Porfirio Díaz, el integrador de la nacionalidad, el
creador de la gran etapa del progreso material, de la disciplina orgánica,
el rector de manos limpias, que hizo una política muy criolla, demasiado
para lograr la paz en las plazas y en las calles de las ciudades más que
en las conciencias y en el campo, que olvidó a los hermanos indios, a los
siervos de la gleba y puso a la prosperidad de su luminoso término pies
de barro, que con la lluvia se deshicieron, era un mestizo de sangn:
y de alma.
La Revolución, desde 1910, y sobre todo desde 19I4, ha sentido a todas
luces el problema de la formación del m~stizaje; primero, para aprovechar
las fuerzas del campo contra !as ciudades ; después, por un nacionalismo
que ha llegado a la xenofobia, tras de ser justo en ciertos límites,
y México está, sin duda, en marcha en el sentido de buscar un tipo
propio, de amalgamar razas, de colocarse en el mundo como un país mesti
zo más que criollo. Para ello, aparte del fenómeno biológico que" sólo
puede estatalmente gobernarse buscando movimientos de población para
poner en contacto a los diversos factores étnicos y alterando situaciones
sociales -lo que sin duda ha sucedido durante la revolución-, hay que
abrir al indio capacidades que le den necesidades y aspiraciones, y buscarle
dignidad a su pasado, sea en el rico folklorismo, sea en las magníficas
huellas de civilizaciones pasadas, y al lado de esto, procurar que la
cultura europea lo sature para producir la mezcla definitiva.
He citado arriba las ideas del más alto intelectual renovador, Vascancelas;
Luis Cabrera, como él, de los autores del ideario revolucionario,
gran jurista y eminente pensador, dice al respecto: "México era lo que
ahora se llama Ull pastel azteca: hasta e'1 fondo, una capa de indios al13l­