XXVI Congreso Internacional de Americanistas

toponomástica y topográ tica se veri ficó más, temprano en las colonias
trasatlánticas que en la madre patria. En Nuevo Méjico, en Méjico,
en el Perú, en Colombia, Venezuela y en la Argentina hay ciudades, pueblos,
aldeas, predios y hasta una sierra que se llama Soledad o de la
Soledad. En el Brasil, en las provincias de Minas Geraes y de Río
Grande do SuJ, conozco unas pequeñas ciudades de nombre Saledade.
En España apenas he podido encontrar unos grupos de casas, una quinta
o ermita en Mallorca. en Guipúzcoa y en la provincia de Cuenca gUí:'
llevan, según parece desde hace poco, esta denominación.
y ¿ nos os parece un indicio esto de la honda impresión que la in ·
mensa y salvaje naturaleza del nuevo mundo debió de grabar en las al·
mas de los conquistadores y colonos venidos de la tan lejana y tan di ­
versa España? Allí ya no regía la estrecha sabiduría de Horacio, que dice:
Coelum non animum mutant qui trans mare currant.
Que en realidad el ánimo se les transmudó totalmente. En el exc elenL
libro de Juan Bautista Terán, EL na,cimiento de la /111lr?ric a. Espaiñola,
hay un capítulo muy sugestivo, intitulado: "La transformación del conquistador",
donde dice: "nunca quizá ha sido sometida la naturalez:l
humana a lamaña prueba". Alejandl'O de Humboldt ha pintado en EUS Sitios
de la Cordillera y Cttadros de la Naturale za el espectáculo de las zonas
ele América en que se desarrollaron las primras décadas de la conquista :
"costas bravías, sabanas inmensas, selvas primitivas"... "La imagen que
pinta la posición del conquistador de América es la de un hombre desnudo
enfrente elel vendaval, la de una planta n ele una hoja en l-r:edin de
la omnipotencia de l~ naturaleza, estremecidas por todos los azares de su
contorno telúrico, hijas del sol y del suelo, de la lluvia y del hielo. L1.
imagen del hombre desnudo enfrente de los elementos no ha necesita·do
ser inventada, pues. es exactamente el episodio de Maese Juan en lo~
islotes de la Serrana, situados en el mar Caribe, entre Jamaica y la costt
de Nicaragua. Embarcados en Santo Domingo el Sábado S anto de 1 SA~ ,
cuenta Maese Juan, " ... naufragaron junto a los aludidos islotes. Tres fueron
los desgraciados náufragos, muriendu a poco de andar uno de ellos. Su
aventura de Robinsón parece, a veces, superar en ingenio al de la leyenda
y tambiéri en padecimientos y ánimo sufrido." Allí sí que vinieron,
conocer una nueva suerte de soledad, poco parecida a la de los ermitaños
pacíficos y quietistas de Mont~errat o del Buzaco, y muy diferente del
Tusculum de Cicerón, del retiro de Petrarca en V a uclu~e o de la Tapada
(~e Sil. de Miranda y del otium cum dignitate de otros muchos humanistéls.
Estas consideraciones me inducen a proponer otra cuestión. Es notrio
que aquí, en Andalucía, el pueblo canta una suerte de copla's que ,e
llaman S ole a¡res, por ejemplo: