XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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teoriza acerca de la posibilidad de realizar un viaje, sin riesgo, a través
del Atlántico y arribar, en pocos días, a las ricas regiones de Oriente. El
teorizador se hace- lenguas ele las exlraordinarias grandezas materiales de
tal rincón del mundo, y afirma que, en el camino, quien se atreva a cruzar
el mar con el rumbo indicado, encontrará por doquier infinidad de
islas prodigiosas. En la epístola se alude a un mapa que la acompaña, y
se da una rápida descripción de él, dejando previa constancia de que se
trata de una carta náutica: (le esas qHe se hacen ¡Jara narvega:r.
Según es sabido, de es ta extraordinaria pieza se conocen tres textos prístinos:
a) El italiano, que inserta el libro atribuído a F ernando Colón y aparecido en
1571 i b) El latino, manuscrito descubierto en 1871 en una obra de la Biblioteca
Colombina de Sevilla -La Bistol'ia rerwrn, de Pío II- i Y e) El castellano, que
transcribe el P. Las Casas en su Historia y que tiene la particularidad de estar
garantizado por una declaración del dominico, que asevera, refiriéndose a tal
pieza : yo vide y tuve en ,mi m'ano vudta de latín en romance (28~. Ahora bien:
como nunca ha sido hallado el original y como el documento ofrece singularidades
extraordinarias, desde 1900 viénese discurriendo en torno de su autenticidad. En
el pro y en el contra del asunto han militado doctos americanistas, pudiéndose
afirmar que la admisión de la pieza por los que aun la aceptan, descansan en dos
circunstancias que ya veremos lo que dan de sí: La de que se relacione con un
pedido de informes hecho a raíz del Descubrimiento por el Duque de Ferrara y
la de que L as Casas dé testimonio de su genuidad. Antes de pasar al análisis de
los dos apoyos a que me refiero, paréceme capital ali near las objeciones que se
han hecho a la legitimidad de la epístola. Las ha ordenado Vignaud, verdadero
paladín de la inautenticidad (29). Son éstas: 1) N o hay vestigios entre lo s papeles
de Colón de su trato epistolar' con Toscanelli (30) i 2) tampoco lo hay entre
los que no s quedan del sabio ilorentino (31); 3) nunca nadie vió el original de la
pieza; 4) no existe dato alguno en los archivos italianos, portugueses o españoles
que autorice a creer en la posibilidad, en 1474, de un proyecto como el atribuído a
Toscanelli; 5) Martínez es un canónigo desconocido, cosa que resulta inaceptable
si es que fué personaje que gozó de la privanza del rey lusitano (32); 6) entre
los textos latino, italiano y castellano hay diferencias (33); 7) la carta contiene
(28) L as Casas: Historia de las Indias, tomo I, pág, 92,
(29) Aunque lo bizo, al princi)Jio, con la colaboración de La Rosa, suyo es
el libro que abrié, el fuego en 1900 y 1901: La let/re et la carte de Tosca1~elli; y
suyo, también, el trabajo mayor donde las objeciones han adquirido estabilidad
definitiva : H istoíre critique de /a grande entreprise, París, 19l J.
(30) Esto resulta evidente no bien se recorren los índices que del Archivo Cof!J,mbino
ha hecho, con tal título, Serrano y Sanz (Madrid, 1930), Además, lo s que
se realizaron en 1542 y 1552, cuando los papeles de Fernando entraron y salie'ron
del Convento de San Pablo, y que he hallado en el Archivo d e Protocolos de Sevilla,
escudan la misma conclusión.
(31) Así resulta de las investigaciones que ha sinteti za do Vignaud (Histoire
critiq1te, I, 136),
(32) Se ha intentado identificar a Martins o Martínez con un canónigo portugués
F ernando R oritz, que era médico y que actuó en Italia, pero tal identificación
es inadmisible, (Ver Vignaud: Histoire critique, I, 142.)
(33) E sas diferencias son, más que nada, de forma,