XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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el límite geográfico de la Península y comenzara a correr por Europa (102) inquietó
a los familiares del Almirante, que interesaron a Las Casas en una empresa
de reivindicación. El dominico habíase propuesto, tiempo atrás, escribir una
Historia de las Indias (103) y cuando recibió la sugestión de acometer el empeño
de que acaba de hablar, poco tuvo que hacer para dejar satisfechos a sus amigos
de la familia Colón-Toledo. Le bastó con acomodar su crónica a los deseos de
éstos. y que lo hizo está de manifiesto en el original de su obra, cuya parte consagrada
al Descubrimiento hállase rehecha, con abundantes señales de que tal
cosa ha ocurrido. El distinto papel, las dobles y triples numeraciones de los folios,
los agregados marginales, que corresponden de ordinario a párrafos tachados
en el cuerpo del texto y en los que se decían cosas distintas, etc., vocean, en tono
de grito, la exactitud .de mi aseveración (104).
y ahora bien : ¿ a qué aspiraban los Colón-Toledo? Pues simplemente a que
el nombre del Almirante volviese a ocupar el lugar del que parecía que iba a ser
desplazado (105) como consecuencia de Jo que revelaron lo s Pleitos, los efectos
de los cuales comenzaron a sentirse de inmediato, según lo documenta la Historia
de González Fernández de Oviedo, en cuyas páginas se asentó que el Descubrimiento,
más que tal, no parecía otra cosa que un reencuentro (106). Oviedo no
era persona grata a Las Casas, y ello hay que tenerlo muy en cuenta para explicarse
la bravura de las acometidas contra éste, que aparecen en las piezas fraguadas
por el dominico (lO7). Oviedo reeditó su libro -aparecido a mediados de
(102) Para tener una idea de esto basta hojear la obra de Harrisse: Bibliotheca
AmericlJ41a vetustissima.
(103) En ese empeño se inició hacia 1522, primero con el propósito de escribir
lo que hoy conocemos por Historia apologética, y luego dirigiéndolo todo hacia
la Historia de las Indias. Cuando regresó definitivamente a Europa, después de su
fracaso en el obispado de Chiapa, dedicóse con ahinco a ordenar sus papeles y a
componer en parte y recomponer su obra fundamental. De esos afanes hay rastros
visibles en el manuscrito original.
(104) El manuscrito, que, como está dicho, se conserva en la. Biblioteca N a­
cional de Madrid, fué identificado en 1929 por el p. Streicher (S. J.), y ha sido
estudiado cuidadosamente por mí en 1933. Mis aseveraciones descansan, pues, en
el conocimiento directo de la pieza.
(105) Los Toledo, con D. Fadriquc -segundo duque de Alba- a la cabeza,
habían realizado con los Colón una alianza de conveniencia. Así se desprende
de cierta correspondencia auténtica, en que con una franqueza varonil, don
Fabrique declara que lo s negocios de D. Diego Colón deben reputarse sus propios
negocios Claro resulta, pues, que el desprestigio del Almirante los hiriera
en lo más vivo. Y ello explica el empeño en volver por el buen nombre del Descubridor
a toda costa.
(106) Tal es lo que teoriza Oviedo en el capítulo III de la Historia, que es
aquel contra el cual arremete el supuesto libro de Fernando en el capítulo X.
(107) La falta de cordialidad de Las Casas para Oviedo es ya cosa clásica,
Tuvo su origen en cosas exactas que el cronista dijo del dominico, a las que
éste respondió siempre en forma descomedida y muy poco evangélica. Para Las
Casas -cosa que puede comprobarse en cualquiera de sus obras donde le nombra-,
Oviedo es un hisoriador falsísimo y ~n cruel explotador de indígenas. Y
todo porque el así castigado con el mordisco del apóstol frenético había rec~rdado
las andanzas del fraile en Cumaná, y tenía escrito que su ingreso al convento
hubo más necesidad de huir de serios peligros corporales que de acomodarse a
las exigencias de su clara vocación por la vida monástica