XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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que ,ja ciudad se fundase. Aprovechóse entoncES el agua del río Huaticil.
que en tiempos de Coba entraba a la ciudad por Santa Clara, pero qt1e
cuando' se fundara la ci udad caía fuera de su trazo.
El conde de Nieva 'es el primero en hacer construir un acueducll)
para agua potable. L a obra dura diez años, y el virrey Toledo la termina,
haciendo colocar una fuente en la Haza 1\iIayor. Corresponde a este
virrey, como hemos visto, la promulgación de Ordenanzas para el mejor
repartimiento de las aguas en el interior ele la ciudad.
Posteriormente, a medida que las necesielades de la ciuclad lo red a­
maban, fueron instalándose en caela plazuela fuentes y piletas para dotar
de este elemento a los habitantes de Lima. El virrey Amat construyó
las cajas de agua de il a Atarjea y realizó no pocas importantes obras en
este sentido, una de las cuales era el paseo de Aguas, de pretenciosa proyección
versallesca, en honor de su amante la Perricholi; pero tuvo como
consecuencia la construcción de un buen acueducto desde el sitio en que
para ubica rlo fué preciso rebajar la roca de un morro del San Cristóba",
que desde entonces Ilamóse Piedra Liza .
Desde los primeros años de la fundación de Lima el alumbraelo público
estuvo asegurado por escasos faroJes que pendían de un cable en
las esquinas" pero como (( viento apagara los faroles, se hicieron nichos
en los muros, y la luz, protegida por vidrio, estuvo al cuidado de los bodegueros.
En 1551, el virrey D. Antonio de Mendoza mandaba organizar
una partida de rondines con linterna en mano. que debían recorrer
la ciudad, haciendo así una especie de alumbrado ambulante. Pero ·no
dió resu:tado, y se regresó al primitivo sistema, que se mantuvo hasta
un año después de la Independencia, en que apareció el primer farol con
vela de sebo.
Tentblores y t,:nemotos.-Fueron frecuentes los mOVimientos sísmicos
que agi taron el suelo de la capital del virreinato. Pero dos de gran
intensidad asa'aron la ciudad, destruyendo los más hermosos edificios
que se habían erigido en el primer siglo de la colonia. E l 20 de oCLubre
de 1687, a las cuatro de la mañana, ocurrió el primero de estos memorables
y trágicos acontecimientos. La ciudad quedó arruinada casi totaímente
y el número de víctimas ascendió a m1'es de personas. Tranquilizados
los ánimos, la vida urbana emprendió nuevamente sus actividades,
aunque ya la inseguridad del suelo inquietara a sus moradores. H acía
cuarenta años que había tenido lugar uno de regular intensidad, y con
frecuencia los sacudimientos azoran a los habitantes de Lima, pero no
hilbía producido los estragos de éste. B conde de la Monclova empeñ9se
en reedificar Lima, y pasando los años regresó el scsiego necesario para
emprender obras importantes de a rquitectura. Pero habían de transcurrir
pocos años para que se realizara el más espantoso de los cataclismos que
azotaran este suelo. El 28 de octubre ele 1746, nuevamente el ele