XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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en cuyo texto aparece determinada la naturaleza del hallazgo colombino y
situadas las tierras que entonces se incorporaron a la Corona castellana.
De este folleto dió noticias Harrisse en su Bibliotheca americana. vetustissúna,
r, núm. II, y en una publicación que hizo eh 1897 en el Bulletin du Bibliophile, con
el título de Un rarisime americevnum, del que hay separata. Del texto de la Oralio
se desprende que para el embajador español, que habló ante el Pontífice el 19
de Junio de 1493, las tierras encontradas estaban más allá de las Canarias: versus
Indos. Parece advertible que la expresión del enviado castellano es en todo semejante
a la que empleó el Papa en las bulas ya estudiadas.
d) Carta de Cristóbal Colón a los Reyes, fechada en Jamaica el 7
de Julio de 1503, y en la que expone cierta faz de la concepción científica
sobre la que descansó el proyecto, rematado en el hallazgo de 1492.
Esta pieza es considerada como la más fundamental de cuantas se relacionan
con la génesis del descubrimiento de América.
La impresión de esta epístola fué hecha en Venecia en 1505, en texto italiano,
y entre los eruditos se la nombra: la Lettera rarissima. (24). De tal edición tenemos
una reprodución facsimilar, incorporada por Thacher a la tirada de luj o de
su Coh~jnbus. No conocemos el original español, aunque se cree que fué impreso
en su época, a juzgar por el dato que trae León Pinelo (Epítome de la Biblioteca
oriej~tal y occidenta,l, Madrid, 16:29, pág. 61). El que corre es el que insertó N a­
varrete en su Colección de viajes y procede de un códice "de letra de v~edia.áos
del siglo XV!", que perteneció al Colegio Mayor de Cuenca, en Salamanca.
Aunque la epístola está destinada a relatar los episodios del cuarto y último
viaje del Almirante, contiene, sin embargo, pasajes capitaJísimos para captar parte
de su concepto general cosmográfico y para situarse acerca de muchas cuestiones
atinentes a los preliminares de la empresa de 1492. No existen dudas en
cuanto a la autenticidad de esta carta, y siempre se la ha tenido como de un claro
origen colombino. El lado de donde podrían venir los reparos es, sin embargo, el
correspondiente al de la veracidad de la epístola, que, escrita tres años antes de
la muerte del Descubridor, pertenece a la época que podríamos llamar del reajuste
de su posición personal frente a la trascendencia de su hallazgo de once años
antes. Y en realidad no se puede negar a la crítica el derecho a formular esta
pregunta: lo que Colón expresa en 1503 ¿era exactamente aquello que en materia
cosmográfica creía en 149:2 y antes? La respuesta es difícil porque carecemos
de elementos informativos auténticos. Además, los datos que nos pudiera suministrar
a su respecto otra epístola tenida por suya -y de la cual luego he de
ocuparme- no resultan aceptables, porque se hallan consignados en una pieza
cuya apocrificidad es flagrante. En consecuencia, debemos atenernos a lo que ella
misma revela: y todo allí admite esta síntesis precisa: Colón, que para inclinar
a su favor los Reyes, después de los fracasos que siguieron al tercer viaje,
había andado en tratos con la Sagrada Escritura, anheloso de buscar en ella elementos
de convicción como para evidenciar el destino glorioso que cabía a Cas­
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tilla de ser la impulsora de la ·expansión de la Fe y de la reconquista del Santo
(24) Referencias eruditas se hallarán en Harrisse: Bibliotheca americamo
ve tus tissim a, r, núm. 78.