XXVI Congreso Internacional de Americanistas

escribe al Prior de San Esteban una epístola que el P. Getino, en su
libro sobre el maeo,tro alavés, califica de «edicto draconiano». En la
misiva imperial se habla del grave escándalo que podía causar «que
se tratase en sermones y repeticiones por maestros religiosos de esa
casa del derecho que Nos tenemo s el las Indias, i~.\a y tierras firmes
del mar océano».
No se conoce la respuesta del Prior de San E~teban; pero es lo
cierto que no hay en los múltiple>, man uscritos que se conservan de
la obra vitoriana nada que permita suponer una rectificación de sus
doctrinas referentes a las Indias. En nuestro estilo moderno podríamos
decir que el edicto imperial en nada había menguado la libertad
de cátedra. y después de esta primera reacción, de esta defensa inicial
del Estado imperialista, aparece Carlos V consultando con Vitoría
sobre problemas indianos y se le pide por el Consejo que indique
los misionero :,> de su Orden que deben pasar al Nuevo Mundo (24).
No era esto sólo. Cllando el o.gustino Fray Juan de Oseguera
plantea ante el Consejo de Indias cuestiones muy delicadas referentes
a la forma de conversión de los naturales de Nueva España, el
Emperador tien,:: un empeño decidido en que Vitoria dé' .su parecer,
envíe su dictamen teológico, después de haber platicado sobre estas
cosas «con los otros teólog,¡s de esa Universidad». y escnbe al Prior
de San Esteban para que releve al maestro «de 10 más que se pueda
ele la s cosas que en ese convento hub:c,se de hacen) y pueda., consagrarse
a los gravísimo s problemas propuestos al Consejo de Indias.
Hay en estas cartas imperiales una profunda preocupación por es~
tos problemas de Teología moral No le basta él,! Emperador el concurso
de Vitoria. Quiere que otros dominicos eminentes sean los que
personalmente se encarguen en las nuevas tierras de esta labor delicada
de la conversión de los, indios: así se dirige al General de la
Orden para que el Prior de San Esteban, que era nada menos que
Fray Domingo de Soto, pasase a aquellas tierras, y con sus buenas
y sanas letras se hallase en la determinación de muchas dudas que
(élda día se ofrecen a los religiosos y eclesiásticos que alli 'residen
(25).
¿ Qué se deduce de estas mis'¡vas imperiales? Un hecho de enorh1e
trascendencia moral.
Se admitía por el Soberano del Imperio, es más, se solicitaba la
colaboración de quien mejor representaba entre sus contemporáneos
unél actitud ' de critica fr'ente al más típico instrumento del Estado
imperial: la guerra de conquista. Una actitud que podríamos desig­
(24) V . los manuscritos del Maestro Fr. Francisco de Vitoria, por el P. Beltrán
de Heredia. Madri¿, 1928, pág, 163. '
(25) Algunas de estas cartas' aparecen en el A péndici! documental.