XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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tienen generalmente torma cÓ l1lca con cinco , ureas que descienden del
vértice a la ba se, otras las hay en forma de espiral y algunas con figuras
irregulares simulando quizá objetos o animales; l1luchas difíciles de observar
por la maleza que las cubre y los derrumbamientos ocasionados
por el tiempo. A poca distancia, nótanse viejas excavaciones que indican
los sitios de donde se extrajo la tierra para la construc:ión de las mencionadas
colinas y calzadas. Un detalle notable es qu e en las proximidades
donde se halla cada montículo exi ste un manantial (oj o de agua o vertiente)
que no tiene otra explicación sino que fueran perforaciones hechas
por los constructores de tales obras, para el suministro del agua a
Ja parcialidad indígena que la poseía. Al rededo r de las colinas se encuentran
pedazos de cacharros en abundancia, de ta lle que hace pensar que
pudieron haber existido casas como lugar de estación.
En muchas de aquellas colinas en el año de 1916 y en años posteriores
efectuamos varias excavaciones, venciendo todo género de dificultades,
en una región tan extensa como desojada, simplificando muchas
veces la carencia de peones, empleando la energía de la dinam ita
para demoler las partes menos importantes de aquellas construcciones,
con el objeto de obtener algún material arqueológico para sacar en claro
el móvil que indujo a hacer aquellas monumentales. obras. De nuestras
excavaciones obtltvimos algunos productos de alfarería ; pero ningún
material óseo; de todo lo cual se infiere que no eran construídos esos
monumentos para destinarlos a en terramientos de despojos humanos, sino
probablemente como sitios sagrados donde efectuaban sus ruegos; y para
que sus romerías no tuvieran inconveniente durante el período de las
lluvias los comunicaban con caminos. levan tados artificialmente y que
aun perduran.
Puede que también esas construcciones se destinaran además de vías
ele comunicación para defensa, pues dominando la altura podían observar
desde larga distancia en la llanura las operaciones. de las hordas
enemigas que amenazaban su territorio, pudiendo así resguardarse como
en fortificaciones.
Fray Pedro Simón en sus N oficias Historiales de Tierra Firm'e
(año 1536) y el P. Carvajal en su ob ra DescubrirnÍlfnto del Río Aptwe
(año 1648), refieren que las regiones de los llanos de que venimos hablando,
durante el verano eran invadidas a menudo por los caribes del
Orinoco, de cuyos ataques siempre estaban prevenidos los naturales ,.
dándose aviso con se ñales con humo durante el día y por la noche con
hachas encendidas; y, all fin, aun ' con esta estratagema., eran vencidos
por los invasores. A sí se explica cómo se destruyeron en esas llanuras
los descendientes de aquella importante civilización aruaca, quedando
sólo, como testigos mudos pero eJocuen tes, lo s vestigios de sus construcciones,
arte, etc., y éllgunos nombres exóticos de lugares que aun