XXVI Congreso Internacional de Americanistas

La Capilla del Pocito de Guadalupe
POI'
D[EGO ANGULO IÑ[GUEZ
La arquitectura ba rroc a española nos ofrece un ienómeno curioso que
tal vez no se ha considerado suficientemente. Me refiero a la sobriedad y
falta de movimiento de la s plantas de sus iglesias. NIientras que en las
fachadas se llega a extremos de movimitnto de líneas y de eXJllberanciéL
decorativa realmente extraordinarios, las plantas de esos edificios son de
un clasicismo renacen tista.
Los arquitectos españoles de los siglos XVII y XVIIr continuaron trazando
plantas de ángulos rectos y muros rectilíneos, sin inflexiones de
ninguna especie, desentendiéndose de aquel a fán de novedad y de aquel
amor por las col'umnas salomónicas, las cornisas retorcidas, las molduras
y los arcos mixtilíneos que les animaba al componer fachadas o al dibujar
retablos. Se diría que lIO eran las mismas manos las que trazaban unas
y otras. En una palabra, parece indudable que los arquitectos españoles
sintieron el barroquismo en el sentido de la superficie y 110 en el de la
profundidad, es decir, en el aspecto decorativo de composición de planos
y no en el más propiamente arquitectónico d e creación de perspectivas.
Si esto sucedió en la Península, parece natural que otro tanto haya
acontecido al otro lacio del Atlántico. Respecto de Méjico me parece que
puedo asegurar que se repitió el mismo fenómeno con caracteres aun más
agL1dos, puesto Cjue allí falta el pequeño núcleo de monumentos debido
a los arquitectos, en parte extranjeros, que trabajaron en la corte bajo
los Barbones. Entre los monumentos mejicanos, el que más interesa para
este problema es, sin duda alguna, la famosa Capilla d el Pocito; pero
antes de referirme a ella citaré la iglesia de Santa Brígida, de "Méjico,
derribada hace muy poco tiempo, y en relación con ella la d el Hospicio
de San Vicente, en la República del Salvador.
La iglesia de Santa Brígida (1740-1744) (r), a juzga r por su exte­