XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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tener siempre ese gesto acogedor -tan andaluz y tan españo'- que gana
a todos y obliga sin rese rvas.
En orden a la misión que especificamente nos fué encomndada, también
he de subrayar cuánta es nuestra gratitud para los organizadores de
este certamen en España, cuya presidencia correspondió a la figura del
Dr. D. Gregario Marañón. Quienes le conocemos y nos honramos con
su amistad, el tejer su elogio resulta cosa redundante. En cambio, los que
hasta estos momentos no tuvieron la dicha de tratarle habrán corroborado
cómo a su talento y a su saber -que alcanzan niveles muy pocas veces
igualados- se unen un inmenso don de simpatía, un espíritu amplio y cordial
y una bondad serena que mueven auna ilimitada admiración.
y junto con el Dr. Marañón sería preciso recordar sin excepciones a
los que con él colaboraron en esta labor preparatoria, mencionando especialmente
al Sr. Secretario ge neral, el ilustre Ingeniero D. José María
Torroja.
Pero, señores, por lo que manifesté al comienzo, no sería lícito que se
interprete que un Congreso, cuando se celebra en Sevilla, es cosa solamente
de solaz.
Ese marco exquisito y amable, 'esa sucesión de espléndidas fiiestas que
la ciudad nos viene ofreciendo, no son obstáculo para que el espíritu se
concentre en las más austeras disciplinas, según lo acredita la tarea que
realizan los eminentes congresistas que aquí 'hacen acto de presencia.
¿ Cómo sería posible, por tanto, no referirme a ella?
Este CDngreso no es obra improvisada. Viene desarrollando sus trabajos
bajo el signo de una alta tradición y representa, a la vez, una magnífica
continuidad.
Dos campos definidos y netos orientan sus esfuerzos: la América precolombina
y el Descubrimiento, con el ciclo que le sigue.
Para cualquiera de 'e stas dos extensísimas áreas del saber ha tenido
sagaces exploradores que -recogiendo los hechos del pasado con tanto
fervor como inteligencia- saben iluminarlos con luces nuevas,
En un solo sector de aquel primer campo dentro del cual deseo confinanne
por un instante, en el sector de la Arqueología, la ruta que se 'ha
recorrido en estos últimos diez años ofrece circunstancias muy dignas
de citar.
Hubo un ti empo, señores, en que el afán de los especialistas se polarizaba
de prefere; lci a en torno a otras civilizaciones y culturas desaparecidas,
extrañas al N uevo Continente.
y eran -para citar algunos- Paulino Emilio Botta, Agustín Layard,
Gastón Maspero, Sir Arturo Evans O E nrique Schlieman, quienes
descubrían al mundo cosas de prodigio, en la Mesopotamia milenaria, en
el Egipto feraz, en la Troade, en Creta, en Micenas o en Tirinto.
América entonces despertaba escaso interés.