XXVI Congreso Internacional de Americanistas

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bres, porque el Rey tenía dispuesto que los indios no fuesen molestados ni
vejados, sino reservados de todo trabajo y que sus jornales se pagasen
sin dilación y en sus propias manos.
El Correo Mayor del Perú, en virtud de tales capitulaciones, había
de tener organizado el servicio con personas y caballos desde la ciudad
de los Reyes a la de la Plata y Villa Imperial de Potosí, Arequipa, Puerto
de San Marcos de Arica y hasta el Puerto de Payta. Los ordinarios, llamados
así, como en España, partían puntualmente el primero de cada
mes, y el de Arica a mediados. El correo de la ciudad de Payta a lil
de Quito continuó servido por indios, debido al gran número de ellos que
cómodamente podían llevar los despachos sin los inconvenientes y trabajos
que padecían los de otras partes.
El Correo Mayor quedó facultado para arrendar todos los tambos,
que equivalían a las casas de postas de España, excepto los de los indios,
y, a fin de evitar que agunos caminantes tomasen caballos por fuerza, sin
pagarlos, los corregidores estaban obligados a prender y castigar gravemente
a los culpables y a la persona en cuyo poder se hallase caballo:::
del hierro o señal del Correo Mayor.
Para cruzar el Páramo de Pariacaca, yermo y despoblado, imposible ~
de andar sus veintidós leguas sin tener paradas en que descansar y remudar
los caballos, se autorizó al Correo Mayor para construir dos tambos
utilizando indios de Jauja y Guarrochirí.
Cuando algún correo, por muerte o enfermedad, no podía seguir el
viaje, el tambero en cuyo lugar ocurría el accidente, si no había otro correo,
estaba obligado a enviar los pliegos)' despachos hasta el tambo
más cercano, en el cual se hacía lo propio, hasta alcanzar un lugar donde
hubiere teniente de Correo Mayor.
Ninguna persona de cualquier e~tado o calidad que fuere podía detener
en el camino a los correos para escribir o darles cartas, ni ver los
despachos que llevaban, ni impedirles su viaje, bajo pena de doscientos
pesos y destierro del Perú, siendo persona calificada, y no siéndolo, doscientos
azotes y cuatro años de gaieras al remo.
Los tenientes del Correo Mayor que había en las ciudades, villas y
lugares usaban libremente sus oficios en sus casas, sin que las justicias
y autoridades pudieran apremiarles a que fuesen a las suyas a abrir y
cerrar los pliegos, ni tomar parte ni razón de ellos, bajo pena de doscientos
pesos de oro.
Como era costumbre muy generalizada de entregar pliegos y cartas a
pasajeros con pOCa seguridad, fidelidad y cuidado, se ordenó a los corregidores
y justicias de la ciudad de Payta que los recogiesen de dichos
viajeros entregándolos al teniente del Correo Mayor, sin abrirlos, para
que éste les diera curs,O reglamentario, elel mismo modo que se hacía en
Sevilla a la llegada de las naves, como ya hemos dicho.
Las comunicaciones marítimas se hacían en los primeros tiempós en