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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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No pudo terminar una falsedad tan evidente.<br />

Su padre comprendió perfectamente, por supuesto.<br />

−Oigo que tu voz se apaga y tus palabras se pierden en la nada. Esto es porque sabes que tus<br />

palabras no son ciertas. Pretendes oponerte al Congreso Estelar, a pesar de todo lo que te he<br />

enseñado. −Entonces su voz se volvió más amable−. Pretendías hacerlo por mi bien.<br />

−Eres mi antepasado. Te debo más a ti que a el<strong>los</strong>.<br />

−Soy tu padre. No me convertiré en tu antepasado hasta que haya muerto.<br />

−Por el bien de madre, entonces. Si el<strong>los</strong> pierden el mandato del cielo, entonces seré su más terrible<br />

enemiga, pues serviré a <strong>los</strong> dioses. −Sin embargo, mientras hablaba, comprendió que sus palabras<br />

eran una peligrosa verdad a medias. Hasta hacía tan sólo unos minutos, hasta que quedó atrapada en<br />

la puerta, ¿no había estado dispuesta a desafiar incluso a <strong>los</strong> dioses por el bien de su padre? "Soy<br />

una hija indigna y terrible", pensó.<br />

−Te digo ahora, mi hija Gloriosamente Brillante, que oponerse al Congreso nunca será por mi bien.<br />

Ni por el tuyo tampoco. Pero te perdono por amarme en exceso. Es el más dulce y amable de tos<br />

vicios.<br />

Sonrió. Eso calmó su agitación, aunque sabía que no merecía la aprobación de su padre. Qing−jao<br />

pudo pensar de nuevo, para volver a su rompecabezas.<br />

−Sabías que <strong>los</strong> dioses hicieron esto, y sin embargo me hiciste buscar la respuesta.<br />

−Pero ¿te has formulado la pregunta adecuada? −dijo su padre−. La cuestión que necesitamos<br />

responder es: ¿Cómo lograron <strong>los</strong> dioses que fuera posible?<br />

−¿Cómo puedo saberlo? −dijo Qing−jao−. Podrían haber destruido la flota, u ocultarla, o llevarla a<br />

algún lugar secreto del Oeste...<br />

−¡Qing−jao! Mírame. óyeme bien.<br />

Ella lo miró. Su orden tajante la ayudó a calmarla, a centrarse.<br />

−Esto es algo que he intentado enseñarte toda tu vida, pero ahora tienes que aprenderlo, Qing−jao.<br />

Los dioses son la causa de todo lo que sucede, pero siempre actúan bajo disfraz. ¿Me oyes?<br />

Ella asintió. Había oído aquellas palabras cientos de veces.<br />

−Oyes y sin embargo no me comprendes, ni siquiera ahora. Los dioses han elegido al pueblo de<br />

Sendero, Qing−jao. Sólo nosotros tenemos el privilegio de oír su voz. Sólo a nosotros se nos<br />

permite comprender que son la causa de todo lo que es y todo lo que será. Para todas las demás<br />

personas, sus obras permanecen ocultas, son un misterio. Tu tarea no consiste en descubrir la<br />

auténtica causa de la desaparición de la Flota Lusitania..., todo Sendero sabría de inmediato que la<br />

verdadera causa es que <strong>los</strong> dioses desearon que sucediera. Tu tarea radica en descubrir el disfraz<br />

que <strong>los</strong> dioses han creado para este caso.

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